Eva y Magdalena

Eva y Magdalena.
Una venganza de los machos moscas, recordando el tono de Twain o de Mansour.
Una reinterpretación de la mitología bíblica que generó una imagen de la mujer "pura" o "sacrificada".
Una relación de vampirismo.
Un guiño a la frotación díldica a la que aludía Beatriz Preciado.

¿Cómo sería una violada que pervierte el discurso de la antigua Diotima?
¿Cómo se ligan Yocasta, María, Magdalena, Lena y Joyce Mansour?
¿Cómo se realiza una sexualidad que subvierte la asociación hombre-penetra, mujer-vejada, quedando mujer-engulle, hombre-despellejado (cuando del sarcasmo se llega al canibalismo)?
Eva desaparece, Magdalena realiza su traducción del discurso de Eva. Es su heredera, la asesina a encargo y sacrificio.
Eva: la resurrección de la carne, la revelación, la venganza.

4 comentarios:

Carnets dijo...

Despentes y Etxebarría: dos autoras que han dado que hablar con sus novelas Fóllame, Las perras sabias y Lo que los hombres no saben, en Francia y en España, sobre la superficialidad de las críticas culturales y la necesidad de escribir sobre el cuerpo femenino.
ENTREVISTA
por Pedro Picón , Katharina Kloss - París/Madrid

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español [VO] alemán italiano francés inglés 02/07/08

Tags : Cultura, LIbros, Literatura.

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Aumentar el tamaño del texto Reducir el tamaño del texto ¿Qué clase de relación de la mujer con su cuerpo pretende plasmar en sus novelas?
Despentes: Antes de escribir una novela, no me hago esa pregunta. La relación con su trabajo, con el dinero, con la autoridad, con la edad adulta puede… ¿Pero con el cuerpo? Si me paro a pensarlo, me parece que veo el cuerpo de la mujer del mismo modo que el del hombre, como una herramienta susceptible de producir riqueza y sometida a poderes (prisión, hospital psiquiátrico, moda, seducción, trabajo de todo tipo) difíciles de evitar, por no decir imposibles.

Etxebarría: Creo que la mujer moderna está muy disociada de su propio cuerpo, o ve como ajeno a sí misma, como un ente que hay que disciplinar, que mantener a raya. No podemos dejar que engorde, que le salga celulitis, que surjan las arrugas. Tenemos que controlar lo que comemos, lo que dormimos, lo que corremos. Hay que hacer ejercicio constante. Es un cuerpo para el Otro, no para una misma. Creo que debemos reconciliarnos con nuestro cuerpo y aprender a amarlo tal cual es. Porque no existe la disociación cristiana alma/cuerpo. El alma es el cuerpo.

¿Cómo han acogido sus obras la sociedad y los medios? ¿Qué dice esto sobre la mentalidad de su país?
Despentes: Si comparo la acogida dada por los medios franceses a mis libros con la que le dan a otras novelas de autores menos mediatizados no me puedo quejar en absoluto. Pero he de destacar que mis libros siempre se leen como libros de mujeres, y estoy convencida de que los comentarios serían bastante diferentes si firmara como Robert Despentes. Todo aquello que trata de política, de una visión de la sociedad en su conjunto, es automáticamente abordado con condescendencia desde el momento en que va firmado por un nombre femenino.

"La crítica literaria francesa es incapaz de aportar un punto de vista interesante y pertinente"

Sobre la crítica literaria francesa en general, más allá de mi propio caso, diría que es átona, incapaz de aportar un discurso o un punto de vista interesante y pertinente. Cuando leo una novela de Houellebecq, Didion, Nothomb, Lolita Pille o Easton Ellis tras haber leído varios artículos dedicados a ellos, siempre acabo gratamente sorprendida de lo que no he leído en la prensa y que me parece ligado a la novela, a la obra o al tema tratado. En este estado de ignorancia, la cosa debería ser interesante, pero en la práctica es algo patético. No creo que las novelas publicadas en Francia carezcan de interés o que no digan nada sobre su época, sino que hace tiempo que la crítica literaria ha perdido la perspectiva.

Etxebarría: Mi libro Lo que los hombres no saben ha funcionado espectacularmente bien en ventas, pero apenas ha aparecido reseñado en medios de comunicación, ya que cuando el libro salió a la venta lo hizo en tirada muy pequeña y sin campaña.

¿Por qué existe una nueva generación de autoras que sienten la necesidad de escribir sobre su cuerpo y la sexualidad de la mujer de manera explícita?
Despentes: Colette, Violette Leduc, Miller, Bukowski, Dustan, Anaïs Nin, Daniel Defoe… Yo no diría que la sexualidad de la mujer sea la única que interesa a los novelistas, el cuerpo del hombre y su sexualidad también parecen interesarles mucho. Y menos aún me atrevería a decir que esto sea un fenómeno reciente.

"De la sexualidad heterosexual masculina ya se ha escrito casi todo"

Etxebarría: Porque durante siglos a las mujeres no se nos ha permitido escribir sobre estos temas, así que se trata de un tema nuevo, lleno de posibilidades por descubrir. De la sexualidad heterosexual masculina ya se ha escrito casi todo. Ya hemos leído a Apollinaire, a Bukowski, a Miller... Pero incluso los gays masculinos habían escrito y publicado. Las mujeres no hemos tenido acceso general a la lectura y la escritura hasta bien entrado el siglo XX, y solo en algunas partes del mundo (a día de hoy gran parte de la población femenina sigue siendo analfabeta) por eso hay una urgencia tan grande en contar lo que no se ha contado, pues siempre que se ha hablado de la sexualidad femenina ha sido a través de ojos masculinos, viéndonos como objeto y no como sujeto.


Virginie Despentes | ©CarêmeVirginie Despentes es una de las escritoras más transgresoras de Francia. Ex prostituta y trabajadora ocasional en espectáculos de voyeurismo, llega a afirmar que la mediatización a la que está expuesta como escritora es más traumática que la prostitución. En su bibliografía destaca Fóllame (Baise-moi, 1998), obra adaptada al cine y censurada, que la catapultó al éxito. Sus otras obras son Perras sabias (1998), Lo bueno de verdad (2001) y la reciente Teoría de King Kong (2007); en las que las protagonistas ocupan roles tradicionalmente reservados a los hombres.


Lucía Etxebarría | ©Elisabeth MorenoLucía Etxebarría, madre a los 41 años, sigue persiguiendo sus ideales feministas con sus obras. Habladora y polémica, la escritora española alcanzó la fama en 1997 con su obra Amor, curiosidad, prozac y dudas, adaptada al cine en 2001, consideraba como obra clave de la llamada ‘Generación X’ en España a pesar de las acusaciones de plagio. En 1998 ganó en premio Nadal (premio literario más antiguo en España) por su obra Beatriz y los cuerpos celestes. Además de narrativa, Etxebarría también ha escrito poesía, guiones, ensayos y trabajos periodísticos. En su bibliografía destaca también Nosotras que no somos como las demás (1999), De todo lo visible y lo invisible (2001), Una historia de amor como otra cualquiera (2003), Un milagro en equilibrio (2004) y Cosmofobia (2007).

Carnets dijo...

Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro.

Me parece formidable que haya también mujeres a las que les guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan casarse, que haya mujeres que huelan a sexo y otras a la merienda de los niños que salen del colegio. Formidable que las haya muy dulces, otras contentas en su feminidad, que las haya jóvenes, muy guapas, otras coquetas y radiantes. Francamente, me alegro por todas a las que les convienen las cosas tal y como son. Lo digo sin la menor ironía. Simplemente, yo no formo parte de ellas. Seguramente yo no escribiría lo que escribo si fuera guapa, tan guapa como para cambiar la actitud de todos los hombres con los que me cruzo. Yo hablo como proletaria de la feminidad: desde aquí hablé hasta ahora y desde aquí vuelvo a empezar hoy. Cuando estaba en el paro no sentía vergüenza alguna de ser una paria, sólo rabia. Siento lo mismo como mujer: no siento ninguna vergüenza de no ser una tía buena. Sin embargo, como chica por la que los hombres se interesan poco estoy rabiosa, mientras todos me explican que ni siquiera debería estar ahí. Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse. Siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado. Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura contemporánea les gustan los hombres, los encuentran fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo. La figura de la pringada de la feminidad me resulta más que simpática: es esencial. Del mismo modo que la figura del perdedor social, económico o político. Prefiero los que no consiguen lo que quieren, por la buena y simple razón de que yo misma tampoco lo logro. Y porque, en general, el humor y la invención están de nuestro lado. Cuando no se tiene lo que hay que tener para chulearse, se es a menudo más creativo. Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss. Yo soy ese tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasiado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen. Son, sin embargo, mis cualidades viriles las que hacen de mí algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad.
Así que escribo aquí como mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme con un lugar en la sombra. Escribo desde aquí, como mujer poco seductora pero ambiciosa, atraída por el dinero que gano yo misma, atraída por el poder de hacer y de rechazar, atraída por la ciudad más que por el interior, siempre excitada por las experiencias e incapaz de contentarme con la narración que otros me harán de ellas. No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar. Nunca me ha parecido evidente que las chicas seductoras se lo pasen tan bien. Siempre me he sentido fea, pero tanto mejor porque esto me ha servido para librarme de una vida de mierda junto a tíos amables que nunca me habrían llevado más allá de la puerta de mi casa. Me alegro de lo que soy, de cómo soy, más
deseante que deseable. Escribo desde aquí, desde las invendibles, las torcidas, las que llevan la cabeza rapada, las que no saben vestirse, las que tienen miedo de oler mal, las que tienen los dientes podridos, las que no saben cómo montárselo, ésas a las que los hombres no les hacen regalos, ésas que follarían con cualquiera que quisiera hacérselo con ellas, las más zorras, las putitas, las mujeres que siempre tienen el coño seco, las que tienen tripa, las que querrían ser hombres, las que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno, a las que les dan igual los hombres pero a las que sus amigas interesan, las que tienen el culo gordo, las que tienen vello duro y negro que no se depilan, las mujeres brutales, ruidosas, las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les gustan las perfumerías, las que llevan los labios demasiado rojos, las que están demasiado mal hechas como para poder vestirse como perritas calentonas pero que se mueren de ganas, las que quieren vestirse como hombres y llevar barba por la calle, las que quieren enseñarlo todo, las que son púdicas porque están acomplejadas, las que no saben decir que no, a las
que se encierra para poder domesticarlas, las que dan miedo, las que dan pena, las que no dan ganas, las que tienen la piel flácida, la cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un lifting, una liposucción, con cambiar de nariz pero que no tienen dinero para hacerlo, las que están desgastadas, las que no tienen a nadie que las proteja excepto ellas mismas, las que no saben proteger, esas a las que sus hijos les dan igual, esas a las que les gusta beber en los bares hasta caerse al suelo, las que no saben guardar las apariencias; pero también escribo para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo, los que son tímidos, vulnerables,
los que prefieren ocuparse de la casa que ir a trabajar, los que son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos.


Porque el ideal de la mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre (...)

Traducción de Beatriz Preciado.


Entrevista a Virginie Despentes en El País:

La aparición de la novela Fóllame, luego llevada al cine, lanzó a la fama a la escritora francesa. Su último libro, King Kong Teoría, mezcla el ensayo y la autobiografía para hablar de la violación, la prostitución y la pornografía desde un punto de vista tan crudo como polémico.

Transgresora y deslenguada, Virginie Despentes (Nancy, 1969) pasó de ser una escritora marginal a convertirse en una de las voces más destacadas de su generación. Una dama de la literatura trash. La popularidad le llegó en 1993 con su novela Fóllame (Mondadori), después llevada al cine, que cuenta la violenta historia de dos prostitutas convertidas en asesinas en serie. Despentes extrae de su biografía -en la que figuran la violación, la prostitución y los trabajos basura- buena parte de su material de ficción y también de reflexión. Pero es su último libro, el ensayo King Kong Teoría (de próxima aparición en Melusina) el que la ha vuelto a poner en la mira de los conservadores. Un texto polémico que unos consideran el manifiesto de un nuevo feminismo y otros, un ajuste de cuentas personal, una guerra civil entre hombres y mujeres. "Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las insatisfechas, las que nadie desea, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena mujer", escribe.

PREGUNTA. Su escritura es directa como un puñetazo. ¿Es necesaria la cólera, cierta violencia para hacerse escuchar?

RESPUESTA. No, la cólera puede dar cierta energía. Pero lo que es necesario para hacerse oír son personas dispuestas a hacerlo. Hay algunas que funcionan bien con la cólera, otras, a quienes eso les causa apenas un rasguño.

P. ¿Escribir: "Puesto que quería ser un hombre, he tenido una vida de hombre", no es una dimisión de su propia particularidad?

R. ¿Una dimisión con respecto a qué? ¿A mi "devenir mujer"? Nunca me he sentido dueña de una misión particular por ser mujer. Desde el exterior es desde donde se me hizo comprender que mis apetitos eran masculinos. Hubiera dimitido de mí misma aunque me hubiese comportado de otra manera. Si hubiese escuchado lo que me decían: a las chicas no les gusta tocar la guitarra eléctrica, pero sí los chicos que lo hacen; a las chicas no les gusta pelearse, pero sí los hombres que se pelean; a las chicas no les gusta ganar dinero, pero sí casarse con aquellos que lo tienen... No creo por un instante en la femineidad, que sería un despliegue biológico o químico de cualidades particulares en todas las mujeres. Tampoco creo más en la virilidad que reuniría a todos los hombres. No me parece que Bruce Willis y Woody Allen se parezcan en nada. Ni tampoco Britney Spears y Angela Davis. Dividir a la humanidad en dos partes para tener la sensación de haber hecho un buen trabajo me parece bastante grotesco.

P. Cuando escribe que "explota su femineidad si se prostituye", me cuesta pensar que no deje una huella traumática...

R. Sinceramente, ¿cree que la prostitución deja más traumas que la exposición mediática? Lo que hago hoy en día para ganarme la vida como autora mediatizada es humillante y doloroso. Y nadie me compadece. La prostituta deja libre el fantasma del miedo a que las jóvenes se hagan prostitutas, por eso insistimos en el lado doloroso de ese oficio.

P. Tal vez la posesión física sea también la posesión moral de la persona...

¿Todo acto físico no deja una huella emocional?

R. Si he practicado ese oficio durante un tiempo era porque me resultaba fácil. Más transparente que otros trabajos que he podido tener. Todo intercambio físico deja una huella emocional, sí, pero no siempre negativa. No digo que todas las mujeres puedan hacerlo. Digo que, para algunas, es un trabajo como cualquier otro, incluso más interesante que otro. No vivimos en un mundo donde todo el mundo esté feliz con pagar su hipoteca.

P. Para usted la femineidad es una forma de servilismo, un puterío. Una mujer sumisa es una mujer sin rostro, ¿por dónde empieza la revolución?

R. Convertirse en lesbiana sería un buen comienzo.

P. No se termina, según dice, disfrazándose de hombres para avanzar. ¿Cómo inventar la femineidad bajo presión sin caer en el conservadurismo o tirando de ideas preconcebidas?

R. No nos disfrazamos de hombres más que ellos. Lo que se define como lo que les pertenece, no les pertenece y no les conviene, ni más ni menos que a las que nacemos mujeres. Imaginar que la fuerza de carácter, la energía, la agresividad, el deseo, o los trapos más prácticos que seductores nos pertenecen en tanto que hembras es una herejía. A cada una le toca definir, según su trayectoria precisa y en la medida de sus posibilidades adónde quiere ir. Que opongan a mi femineidad el ejemplo de una novela donde dos mujeres matan a todo el mundo es una estupidez. No escribo para honrar ni deshonrar mi femineidad, sino en un contexto preciso y sobre emociones que no poseen género.

Carnets dijo...

De Lucía Etxebaarría:
En el salón, me siento sobre un imponente sofá, protegido por cuadros y pósters delicadamente descolocados sobre la pared amarilla. La niña, tan rubia como Lucía es morena, corretea del balcón a su habitación y de su habitación al balcón. “No te preocupes, solo quiere llamar la atención. No le gusta que no sea toda para ella”.
¿Sabe por qué hace su madre entrevistas? "No. No le he explicado lo que hago. Para ella soy una mamá normal. La suelo ir a recoger al colegio y le suelo contar cuentos para dormir”.

Como habla un francés perfecto, le pregunto si sus traducciones francesas le hacen justicia y si, al igual que Umberto Eco, ella exige su derecho para revisar las traducciones de sus libros. Ella se echa a reír. “No tengo tiempo. E incluso si lo tuviera, no tendría ganas, tengo más cosas que hacer. Tengo más cosas en la vida que los libros. Mira, la diferencia entre Umberto Eco y yo es que yo escribo sobre la realidad, y para eso, tengo que mezclarme”. Prosigue animadamente: “Es innegable que Umberto Eco es un gran escritor, pero él no tiene que educar a una niña pequeña y revoltosa. ¿Has visto la película Comme une image de Jaoui y Bacri? Aparece un escritor que solo sabe consagrarse a su arte interno. Es una película muy adecuada”.

Hombres, mujeres, artistas y modernidad


Lucía Etxebarríaha sido llevada a los tribunales en dos ocasiones por plagio, que siempre ha negado | Lucía Etxebarríaha sido llevada a los tribunales en dos ocasiones por plagio, que siempre ha negado
“Siempre pasa lo mismo y siempre ha pasado lo mismo. Los hombres artistas son artistas, las mujeres artistas son mujeres. La literatura es un arte aún más machista que las demás. Hay una frontera entre la literatura de los sentimientos y la literatura viril, digna de interés. Los hombres escritores son muy estrictos en relación a su virilidad. No hay que vender más libros que ellos porque si no les amenazamos”. Ahora se divierte abiertamente: “En mi caso, yo tengo un buen número de ventas y, además, no tengo pelos en la lengua. Pues, de repente, me catalogan de lesbiana o, si no, en el mejor de los casos, de castradora”.

“Francia es un país más moderno que España”. Me río y le digo que hay pocos países que sean más retrógrados que el mío. “Dices eso por el matrimonio gay. Los franceses creéis que España es un país moderno porque veis a Lucía Etxebarría y a Pedro Almodóvar. Para empezar, nosotros dos tenemos casi más éxito en Francia que aquí. Y además, vosotros tenéis un buen sistema de permisos por paternidad, por ejemplo”. Le replico que la reacción del partido socialista a la candidatura de Ségolène Royal no fue de lo más progresista. “Pero, por lo menos, hubo una reacción. Aquí, se lo habrían tomado tan poco en serio que ni se habrían molestado en reaccionar”. Entonces, ¿por qué vivir en España? “Como sabes, Madrid no es como España y, además, no he sido yo quien ha elegido esta ciudad, sino ella la que me ha elegido a mí”.

La literatura: una forma de ganarse la vida

La literatura es también un arte menos subversivo y los buenos escritores, aquellos que tienen algo que decir, no siempre se publican. Ella me explica: “Es porque hay una gran cantidad de subvenciones. Entonces, ayudamos a aquellos que escriben libros que la clase dominante quiere leer”.

Lucía recibió el famoso premio Planeta en 2004, gracias a su penúltima novela Un milagro en equilibrio, “un largo relato afectuoso y divertido, picante y poético en el que una madre cuenta a su hijo la felicidad que le supone haberlo concebido, llevado en su seno y traerlo al mundo...” describe la contraportada del libro. Su carrera se puede resumir en la literatura: periodista, traductora, guionista, trabajos publicitarios… Con distancia, se ríe. “No es incluso el arte que más me emociona. La música y la pintura me llevan a estados que ningún libro me hace sentir. Sin embargo, adoro leer. Es simplemente que puedo entrar literalmente en trance escuchando una pieza”.

La escritora señala algunos lienzos de su salón. “Ves, no hago nada bonito con un pincel y soy mala música. Solo que consigo mejor contar las historias que veo por ese medio (la literatura). Y en realidad, veo las historias, me llegan como visiones, los personajes están vivos y enteros antes de que los cree. Se expresan y salen mejor si intento escribirlos. Ser escritora nunca ha sido mi sueño”. ¿Su gran sueño? Ser lo bastante conocida para no tener que hacer su propia promoción.

Carnets dijo...

De Fuegos, escritos de Marguerite Yourcenar:

Cuando estás ausente, tu figura se dilata hasta el punto de llenar el universo. Pasas al estado fluido, que es el de los fantasmas. Cuando estás presente, tu figura se condensa; alcanzas las concentraciones de los metales más pesados, del iridio, del mercurio. Muero de ese peso, cuando me cae en el corazón.



*

El alcohol desembriaga. Después de beber unos sorbitos de coñac, ya no pienso en ti.


*

Mi muerte, la mía, será de piedra. Conozco las pasarelas, los puentes giratorios, todas las zapas de la Fatalidad. No puedo perderme. La muerte, para acabar conmigo, tendrá que contar con mi complicidad.


*

No hay amor desgraciado: no se posee sino lo que no se posee. No hay amor feliz: lo que se posee, ya no se posee.


*

¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti.




*


Casandra aullaba sobre las murallas, dedicada al horrible trabajo de dar a luz al porvenir.

*


No me importa cuál sea el paso en falso que te haga caer sobre mi cuerpo.

*


Se llega virgen a todos los acontecimientos de la vida. Tengo miedo de no saber cómo arreglármelas con mi dolor.

*

Ardiendo con más fuegos... Animal cansado, un látigo de llamas me azota con fuerza las espaldas. He hallado el verdadero sentido de las metáforas de los poetas. Me despierto cada noche envuelta en el incendio de mi propia sangre.

*


No caeré. He llegado al centro. Escucho el latido de un reloj divino a través del delgado tabique carnal de la vida llena de sangre, de estremecimientos y de jadeos. Estoy cerca del núcleo misterioso de las cosas así como en la noche nos hallamos, en ocasiones, cerca de un corazón.

*

¿Y tú te vas? ¿Te vas?... No, no te vas: yo te retengo... Me dejas tu alma entre las manos como si fuera un manto.



*

La indiferencia es tuerta; el odio es ciego; ambas tropiezan una al lado de la otra y caen a la fosa del desprecio. La indiferencia ignora; el amor sabe; deletrea la carne. Hay que gozar de un ser para tener ocasión de contemplarlo desnudo.

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