Excursus: textos breves.

Antiguos aforismos 1:

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Antiguos aforismos: 1:


En medio del otoño, dios es un seudónimo del tiempo, y el tiempo mismo, una nostálgica música que viene y va…
Su majestad, el viento, se despierta; se desgarran las ramas de los árboles; las flores y la carne languidecen; los cuerpos sueñan que comparten sombra (tal vez el intercambio de añoranzas les acompase brevemente los latidos). Resopla el vendaval y subleva la arena. El mar busca alcanzar las nubes, tocar su celestial reflejo; las rocas vibran, luego acogen el golpe del agua (semejan cuerpos evocando los abrazos). La sangre se reanima y en el pecho rebulle. Cada ser se consuma en aras de mayor pasión, a fin de realizar el destino de las olas…




Frágiles y pasajeros, somos velámenes movidos por deseo. La breve perfección de los contactos enseña a transformarse y transitar en lo sagrado, por consagrar el cuerpo hasta su fin.
Sin dios, aún prosigue el juego, puesto que todo lo gozado lo arriesgamos en el duelo.

Cada quien sabe de acuerdo a cuán intensas sean sus despedidas.




En cada íntimo encuentro, el esplendor de la mirada reluce como un ocaso para esperanzas.



Buscar en lo alto una meta. Reír, al enfrentar un cielo deshabitado; después de aquello, regresar sobre mis pasos, hurgando en mi memoria las huellas de una ausencia, sintiendo sus desgarros. Difícil aventura hacia el asombro originario: desde la fría consolación de la filosofía, en pos de un místico furor, mientras la ardiente soledad asedia sin dios ni reconciliación.




Pensar, mendigar excusas a fin de paliar soledad.



“Los ojos vueltos hacia adentro”: esta expresión rilkeana me descifra, me desnuda. Ciego a la inmortal llaneza del animal, torpe ante la paciencia del vegetal, inhábil para abandonarme a la vista de cualquier paisaje. Sólo he sido capaz de ver extremos, cimas o caídas. Jamás podré admirar lo que no sea paroxismo. Una tara. Me compensa ser todo oídos, atento a los matices de una música finita. De ahí, mi voluptuoso modo de extasiarme y de viajar. Prefiero el flamenco, el fado o Sibelius a toda la mediocre geografía europea.




Padezco el cáncer de las despedidas. Sucumbo ante el mínimo fin. A diario sólo en él sé consumirme y renacer. Vibro, con cada adiós colmándome de un eco que cala agudamente hasta los huesos.
Hoy, maldigo todo atisbo de lo eterno, y ya desconsolado por la melancolía, cambio todo dios por una estrella fugaz…




Hablo de un paraje marginal, confín de cuerpos cuya sangre arde, lidiando con sus almas frías, movidas a desesperanza y humildad sublime. Escribo de este angosto y vasto territorio, fecundo en desarraigos; lugar en donde rondan, cual espectros hambrientos de contacto, seres colmados por los sueños de su fantástico aislamiento.
Chile es provincia de la soledad…




Pues los placeres se pagan. Hay que saber derrochar cuando es oportuno.




Vuelta del humor negro, ¿acaso un último síntoma religioso?



Solo, leyendo en mi atalaya, confieso ser un cómplice celoso.
Mientras admiro cada orgía que termina en hastío, invento un celestial consuelo a mi distancia de farero: he sido su ridículo vigía, el recurrente experto en ese tedio, la descarnada bestia que degusta la acritud de ese final de fiesta.




Sin gesto que lo abarque al fin. El amor es soledad comunicable.



Cada vez que me enamoro y me abandono al éxtasis de un rostro desconocido, el cual desaparece entre el gentío del metro, sufro un repentino asalto por lo esencial de la vida.



Melancolía: ganas de contar el tiempo por los ritmos con que embiste en tu pecho el oleaje.



…También tu ánimo ha otoñado. Hoy, cualquier hoja seca que aplastes es más afín a ti que un hermano de sangre.



Meditar. Hacer del cuerpo una plegaria sin dios ni motivo, un duelo sin pesar ni expectativas.



Suelo desmentirme mientras hablo. Entonces, surge una callada exclamación de mis entrañas, sentida al asentir cualquier frase. Su despiadado veredicto me declara: -“¡Payaso, rehuyes el abismo!”-. Sufro ese secreto.
Cada palabra es traición…




-Total y absoluta bagatela de la vida. ¿Y qué tanto?-
Tal es la fuente transparente de mis lágrimas. En ella bebo el embriagante motivo de reír, esa explosión de la moral con la cual celebro ser.




Cierto. “Vives aquí y ahora”. Aunque clamarlo es paradoja y dilación de diletante.



En cada asalto de piedad, anhelo de volverme junco del desierto.



Sólo creo digno de jactancia a aquel que vence su narcisismo. ¡Uf! Así las cosas…



Sólo desde las zonas de planicie es dable imaginar al cielo como el espejo de lo divino. Extraño privilegio de los pueblos de llanura.
Junto a una inmensa cordillera, en cambio, nos interpelan únicamente los más altos y fogosos volcanes. ¿Por qué no decirlo? Ante magníficos continentes de roca, el cielo tiene un aire ramplón…



…Solo me sobreviven la respiración y la música.



Hay temples elegantes, capaces de consentir la mortalidad. Epicuro, Marco Aurelio, Séneca, Montaigne, Nietzsche… Aludo a sabios decepcionados, y sin embargo magnánimamente agradecidos.




Sentir que el rostro es una máscara; la carne, un andrajoso disfraz; el alma, una aflicción en metástasis…



… ¿Y cómo envejecer sin menguar la pasión?
Cultivando la pasión por ser desengañado.




Dos seres se reúnen en silencio. Se acercan y acompañan, plenos de respeto, placer y lucidez. Sus ojos sin afán de escudriñarse, confían mutuamente. Juntos se confirman uno al otro. Convergen sus miradas en un solo horizonte: la vida hasta su punto culminante. Así pues, se comparte la amistad, sublime aquiescencia de humanos que sonríen desprovistos de ideal.



Otoño, sublime proyección de las tristezas en la tierra; única estación en la que añora revivir el alma que ha aprendido a ser mortal.



Una suave azucena bajo el sol. Se abre y resplandece brevemente. El milagro de tocarla valida cada una de mis penas.



Hay ojos habituados al otoño. Miles de lágrimas les enseñaron, con sus recuerdos, a distinguir las luces y los vientos, de súbito coloreados por variadas tonalidades de la sepia.



¿Cómo, pues, convenir a este lirismo escéptico?, ¿cómo sentirse ebrio de poesía y pese a eso, descreer de todas las palabras?



Pocos que no resulten impotentes para cargar el desamparo de la verdad.




Hay veces que el humor nace de vivas paradojas. No se encarna la negación sin soltar la risotada.




Cada cual se jacta de aquello que no es…



Aunque salgamos del aislamiento y reencontremos, en medio de las muchedumbres, desamparo…hemos de continuar saliendo.
No buscamos en los otros el camino, sino pistas…




De los distintos modos de vivir lo concerniente al amor, Wilde lo condensó todo en su precioso relato The Nightingale and the rose. Se puede ser: estudiante idealista, cínica lagartija, despótica muchachita o artífice ruiseñor… Cada cual se expone a la aventura según su propio valor.




Aprender, por tantas y tantas caídas, que el sol halla su cima en cada ocaso.




De súbito el halo de la poesía penetra alguna vez en el palacio. Entonces, la delicadeza, plena de sublime gratitud, alcanza su cetro en el mundo. Marco Aurelio y Federico II de Prusia: dos figuras que embellecen toda la historia.



Orfeo y su aventura: cada poesía requiere atravesar su infierno.



Expresar sinceramente entre los hombres el reverso de risa que revela el silencio, el anverso de sombra al que convoca la música…




Tiempo de conspirar contra el “yo”. Tiempo de desnudarse hasta la más recóndita fragilidad.



Quedan dos únicas formas para obtener tranquilidad entre la gente. La alternativa es esta: hacerse el tonto, o serlo efectivamente.



“Siempre displicente ante la muerte”. Daría un brazo a cambio de merecer ese epitafio.




Pasados tantos años concedidos a la música, ya no busco algún piano fúnebre para albergar mi pena hermosa por las cosas que terminan.
A cada instante, me basta degustar lo irrepetible…




¡Sé, melancolía, fe de redención en un mundo sin dios!




A menudo la seriedad se desmiente a sí misma, o sea, termina por ser ridícula. Ni se refutan los chistes ni se argumenta en favor de la nada.



Amar es disfrutar de una pérdida segura.



Cansancio de murmurar en los mercados: “…sólo nos decepcionan las ilusiones”.



Extraña vocación de mártir en una criatura criminal. Sentirse Judas y Jesús al mismo tiempo…




El invierno y la nostalgia me han cubierto el horizonte. Ambas experiencias me orientaron a sentirme vivo. Jamás eché de menos hibernar.



Sócrates, Bach y Federico II de Prusia: todos ellos honraron su flauta. ¿Y acaso yo he de mantenerme siempre como una rata de Hamelin?



Sólo vives esos días en que acabas llorando de impotencia.



Conservar la lucidez en el amor lleva a incinerarse como Juana de Arco todos los días.



Cada declaración de amor se asimila a una flor sembrada en un campo minado.



En un bus colmado de gente, cercano a mí, un anciano dice a una joven que lo asiste: “…es absurdo que me hayan operado, si en mi estado puedo morir en cualquier momento”. Luego de escuchar esas palabras, puedo confesar que nunca antes vi tantas sonrisas de complicidad como a su alrededor.



“Deseo”. Escucho a los distintos cuerpos pronunciar esa palabra para advertir a cuántos pasos andan de su ataúd.



Con tal de creer en ti, “¡Abandóname, Señor, abandóname!”.



El hombre es capaz de acostumbrarse a todo. Incluso una condena a cadena perpetua le impone solo un cambio de escenografía.



Incluso el suicidio conserva un aire de despotismo en su rebelión. Cierto es que incluye el quiebre de un “¡no!”, pero borra por completo cualquier alternativa.



Nietzsche lo supo. Amar es ser fiel al crepúsculo.



Serena es la amistad. Único modo de compañía capaz de contener la angustia y transformar la soledad. Su signo es el abrazo que cobija. Su gesto es la caricia demorosa.


El “mantenerse joven”: hipócrita opción de quien se obstina en acallar la confesión de las arrugas.



En caso de existir el artificio al que se llama “mujer”, desde siempre estuvo más lejano de la bestia que el invento al cual bautizamos pomposamente como “hombre”.




Que el tedio sea mi maestro de estoicismo.



En vistas a un plan de lucidez social, habría que desayunar en los cementerios y contraer el matrimonio en los hospitales…



Pensar un don Juan enfermo de melancolía. Escupiría al cielo, languidecería pronto por nostalgia de la seducción; se embriagaría a solas, en señal de duelo por la esperanza femenina. Rogaría disculpas a las flores a fin de expiar su goce.




En la noche de mi biografía, confío en extinguirme solitario. Cualquier destello de un contacto, en el que un roce acuda a desmentirme, lo agradezco de antemano…



…surcando la desolación; vive consagrando la pena y maldiciendo la divinidad, muere aliviado y perdonando, por compasión respecto a dios…



Dotado por naturaleza de este espíritu finito, vago resabio de un ensueño crepuscular. Mi destino es nacer al resplandor de los arreboles, pasar con las estrellas fugaces, agonizar por el último canto de un cisne solitario, ahogarme en esa voz plena de amor ya fenecido.




¿La clave de la civilización? La hallamos ante las jaulas del zoológico. Es, sin duda, en ese reducto ejemplar, pleno de impotencia y arrasado de rabia, donde queda al desnudo una cultura cuyo fin es domesticarnos. Algo en los nervios dice “no”. En efecto, es ahí donde debiera amedrentarnos una súbita y feroz revelación: la cólera es la única esperanza de hacer frente al cautiverio social, el último estertor de rebelión en las entrañas humanas, la más viva fuente de espasmos capaces de enfrentar la tiranía de la mediocridad; irrefrenable, radica en ella nuestra oculta y primigenia libertad.
Paradójicamente; sólo un alma inmiscuida en nuestro circo y su continua función política, puede, al rebosar de decepción, proclamar por el final de esta farsa. Así lo hizo Swift, quien, entre lánguidas miradas de caballos y patéticos aullidos de simios, enseñaba crudamente el individuo. Surgía con él otra diversa especie marginal, una nueva y contradictoria naturaleza divergente…



Viajo en una íntima odisea. Cargo a mis espaldas un desierto peregrino, prosigo yermo por anhelo de mi sed.
…Saber que mi utopía es regresar. Cumplir la pena de un exilio, si bien jamás tuve un lugar de origen.



Otoños en que el cuerpo inventa un alma para volverla un diapasón, donde dejar de marchitarse con las flores resulta una blasfemia imperdonable… Cuando el nombre de “dios” llama a tornarse vulnerable incluso al aire.



Sueño tomar la posición de un ventisquero para estragarme lentamente al cobijar las tempestades.



¿Pedir algún consejo sobre amor? Sólo a un enterrador de cadáveres.



Temblando por efímeras caricias. Mi piel ha de desintegrarse antes que esa bolsa, en la cual guardo y saco la basura.


Frecuentes golpes en el vidrio: llaman continuas gotas de lluvia.
He abierto la ventana. A fin de abrazar los vientos, los astros, el cielo de azabache y los destellos de relámpagos.

Carnets dijo...

Salgo hacia la playa. Quiero invocar la mar creciente, cantar una elegía a cada estrella fugaz; besar la faz de la luna, escanciar la noche en mi cuerpo, anegarme en su silencio como un cisne que muere…



Burdo deseo de infinito. Las caricias incesantes me hartarían.



¿Pero por qué jamás ahondas en el éxtasis de la felicidad? Quizá sea que sospecho de los celos de cada corrosiva soledad. Tal vez porque al leer tiendo a sondear desasosiegos. Posiblemente, en atención a los motivos de tristeza, los únicos capaces de esculpir nuestras distintas formas de agonía.




Goce de transformarme en compañía. Tal vez se esculpa mi soledad al conversar.



Dos mejillas surcadas por afluentes de pena. Movidas lentamente a sonreír, relucen tras recibir una estruendosa bofetada.
Nace un alivio por cada disminución de expectativas.




…Surge la expectativa, una premura a nivel ontológico.



Hay rostros capaces de tornar pálido el mediodía, lágrimas más deslumbrantes que el sol. Llantos que detienen lluvias y vendavales. Tal como, en consuelo, hay risas que son latigazos a dios.




Un retrato: entre epicúreo rabioso, cínico narcisista, estoico resentido y escéptico humorista. Fue el insólito perfil de Swift, el que siglos más tarde, mostró las distintas aristas de una antigua y despiadada filosofía, la de la época de decadencia helénica, con su sensato distanciamiento opuesto a la crueldad social. Tocaba apuntar tras la muerte del mayor conquistador político, aquel bellaco nombrado el Grande, ese tiránico chiquillo, inflamado de vanidad y enceguecido ante los puntos terminales. Había que burlar el apetito del poder, y elegir: la incontinencia o el tonel. Era la cima de una historia de impotencia. Creo, en efecto, que la risa del deán irlandés se preparó durante siglos. Kafka compartió su venganza y disparó en dirección a la Academia; al escribir, tiempo después, sobre la honra del doctor Bucéfalo…



Evoco a Rilke en los jardines que me albergan. La rosa no es la rosa sin espinas.



Callar en medio de portavoces y profetas. Tras la sonrisa, guardar un alfiler entre los dientes. Jugar a desinflar arengas como pompas de jabón. Y es que cada discurso, en cuanto airada invocación, transporta implícito su chiste.



El melancólico es quizás un extremista de la moralidad.



Ampararse en el mundo como en un sitio eriazo entre la cuna y la tumba.



Por decepción de todo lo superfluo, Pascal fue el más corrosivo enemigo de la vanidad. Una auténtica hoguera para esnobs.
Aunque burlarse de Pascal es, en verdad, filosofar…




Ante el espejo, la vanidad de un charlatán. Pues hay que ser muy descarado para pensar siquiera en que es posible desprestigiarnos.




El orgasmo, esa sensual suspensión del juicio…



Cualquier moral, una encubierta actitud sexual.




-¿Y para qué sirve la filosofía?-
-Para aprender a ahogarse en un vaso de agua, cada cual chapoteando y persuadiendo a los demás de que se está en un océano recién descubierto-.



Dudar es balancear los humores.




Tenerlo todo, después perderlo todo. Ahogar en las entrañas el más furioso grito de lamento. Luego aprender que todo es gratuidad.
Sin embargo, al revelarse el más indeleble dolor, ¿cómo conciliarse con la vida? A la manera en que Abraham se reflejaba en el puñal para el infame sacrificio de su hijo, o como el noble Federico se extasiaba por la música, en homenaje a la belleza extinta del amante asesinado ante su vista.



Bestia que promete la excepción. El hombre es animal que miente.



Porque empeñarse en generalizar es un patético delirio, esta frase es una mala broma.



Presa de mi insomnio, cautivo de ese metafísico desasosiego, cualquier exhortación me exaspera. Cansancio de leer, con excepción de la citología. Así, tan sólo el testimonio de las células logra reconciliarme con la graciosa vanidad del fastidio.




El mundo es una parodia de la moral; el cuerpo, caricatura del alma; nacer nos trae a improvisar sobre el tablado del cadalso; morir es el supremo chiste.




No olvidar que hay diversos estilos de recordar. Cada memoria sugiere una estética propia.




La muerte es el horizonte donde relumbran nuestras despedidas.



Puedes abrirte paso entre la gente, extender los brazos en alto, gritar por rebeldía: “¡el cielo está vacío!”. En aras a romper con lo infinito. Como quien, por fin, desea romper con sus deseos. Como quien gime, calla y vocifera, hasta lograr el último desapego; aunque deseando el fin…
Desear conocerse a sí mismo es hundirse en esa imagen seductora.
Incluso dios toma la forma del reflejo ante la fuente del deseo.
Entre nosotros, dios es un deseo que se acecha.



El amor, súbito y mágico desconsuelo.



Dichosos los que persigan la tentación, porque la tentación no habrá de perseguirlos.



Admiro la psiquiatría. Aunque en su nombre hay sobre todo un malentendido, pues el alma es lo incurable en la historia de un cuerpo.



Sin su investidura, dios es el anhelo del principio de placer.



Escuchar obras de Brahms, Schubert y Penderecki. Leer a Teognis, Kafka y Kavafis. Rogar calor al sol oculto tras las nubes. Estallar en lágrimas y risas, luego envidiar la crucifixión de Jesús. ¿Sobrevivir a eso?, ¿Llamarlo una jornada?...



Obstinarse en la lucidez no es menos idiota que obcecarse en la ingenuidad.



La gran lección filial: queda, en suma, una infranqueable y desosegada gratitud.



Cobijo una nostalgia sin recuerdo ni esperanza. Halo del lirismo que me exilia.



Quien, entre la multitud del parque, grita su amor; ése recién está empezando a amar.


Dios es hijo de una convergencia entre la decepción del mundo y el éxtasis de la música. Yo lo vivo en carne propia. Al escuchar a Telemann o a Zbigniew Preisner, renunciaría a todo por un halo de divinidad…
Alcanzar una férrea fe en el ateísmo, y pese a eso abjurar de él, con sólo escuchar la sublime levedad de los vientos. Adagio del concierto 23 para piano y orquesta de Mozart.
A veces la música es un antídoto contra el solaz del egoísmo humano.



Creer en dios: entrar en este juego, recibir las propias cartas y apostar por el crupier.



Salir a recobrar la vida bajo un diluvio. Palpar la lluvia que reanima. Recordar obras de Bartok y atravesar el vendaval. Murmurar la enseñanza de Rilke. Porque tras todos los inviernos hay un eterno invierno; el cual, si hibernas, jamás superarás.




Venimos de la muerte. Con tal motivo, su estremecimiento nos es innato.
Como flecha lanzada a su abismo, cada pulsión humana se eleva, transitoria y eróticamente, sólo a fin de una caída al ralentí.



Reía su jactancia al observar cómo se arrastran los cangrejos. Le repuse: “¿no sabes que también nosotros sólo avanzamos por tornarnos hacia atrás?”.



El vino ha sido dios y mago, encantador y confesor; también ha sido rito, sacrificio y fiesta; consuelo, inspiración y obra de arte… Nada es comparable, en efecto, a probar de una copa su deleitante contenido; su disfrute, luego de brindar, entretanto las miradas se acarician recíprocamente, en la franca compañía de una amiga.




Salí a buscar a quien me avergonzaba en mi niñez, a aquél que suelo recordar en mi nostalgia. A aquél que puso barcos de papel a navegar sobre las pozas, que escribió cartas a desconocidos, que evitó dormir por temor a dejar de soñar, dado a rogar al mundo que el cariño deje de serle esquivo; a aquél que vierte lágrimas al reencontrar el mar, rogando la expiación a su ideal, por ser humildemente lo que es; a aquél que se ilusiona con la luz de una sonrisa, tras recibir la bofetada del amor.
Tanto buscarlo a tientas…
Ante el espejo, lo encontré.
Queda lanzar pedradas al cristal. Hacerme trizas.
Sólo a partir de eso, componer una vida.




Nadie es judío, sin antes encarnar la fe en lo diabólico, culpándose por ella. Para eso, hay que dejarse castigar por el jurado celestial de Job. Desde su origen, cada hebreo es el bufón de dios y el invencible abogado del diablo.



Extraña vocación de conspirar contra mí. Juego a sentenciarme y desmentirme, a ajusticiarme escandalosamente.



Arribo del otoño a la memoria: pronto a desnudarme, como un árbol, me deshojo en la estación del sacrificio.



Vivir un día sin escribir: como morir sin dejar epitafio, luego de padecer el llanto anónimo de un mártir furioso…



En la pasión del amor, cada adiós se asimila a un suicidio por profunda aversión a la muerte.



En medio de diversas lenguas, ser un solitario traductor. Urgencia de transmitir el alfabeto de mis espasmos.



Elévate en la compañía de una mujer. Ya no intentes auscultar sin indulgencia su memoria. No des tu espalda, ni sueltes su mano, por no volver a derrumbarla en el infierno de su pasado. El mandamiento a Orfeo era amar a una mujer sin recaer en los celos. La erótica aún mantiene su promesa. Las cosas no han cambiado para ti…



¿Sueñas conquistar a una mujer? Sucumbes a esa lid de ilusión; por ella la muerte te seduce…



Desteta a su hijo, una madre. Nace el despecho en carne viva.
Nunca más acercar a su pecho su hijo. Nunca más aquel hijo beberá de su pecho. Nunca más cobijar a su hijo en el pecho. Nunca más acallar ese llanto, eco del hijo en el pecho.
Nunca más sentirá que su pecho está lleno. Nunca más ofrecerlo y confundirse con él. Nunca más contener su alimento o insinuar ese cálido placer.
Aunque intente recobrar para su pecho un hijo, nunca más hay vuelta atrás. No podrá convertirse en la que fue.
Imposible acabar de perdonarse ni perdonar lo que acaba en la que es y será.
Nunca más es lo mismo. Nunca más.



Nacer como el ridículo demiurgo de todos mis defectos…



-¡Oh, Dios del fervor!, ¿acaso como fuego en tu mirada se reaviva la blasfema ceniza de mis días consumidos?-.




Existe un vértigo del desamor. Por él te encuentras libre fatídicamente.



Ser padre. Volverse entonces responsable por esperanzas y decepciones inimaginables.



La infancia es un jardín paradisíaco. En él la madre es un fruto prohibido. A su mortífero disfrute, nos tienta aquel anfibio serpenteante, el que se nombra bajo el cielo “padre”.




Repentina detención en un instante, al contemplar una fotografía. En torno, se abre la ventana del cuarto, rechina; resoplan ventoleras, tiemblo; repican las gotas de lluvia sobre un techo de zinc; desde la calle, dos hombres se despiden a gritos, resuenan las pisadas en los charcos de agua; se produce lentamente un silencio. Todo se diluye en el sueño, al perdurar en la contemplación… Mi vida acotada a esa imagen, mil recuerdos recogidos en ella. Apenas respirar por anhelar su eternidad. Sentirme llorar sin saber por qué. Descubrir en el tiempo una quimera.
Me aferro a una fotografía. Nadie, ni siquiera la mujer retratada en ella, podrá jamás ser un consuelo a la aflicción de no extinguirme en esa imagen.
Acaso en el más alto grado de mi emoción, lo bello me recoge y retrae a una terrible nostalgia de lo eterno...





Los motivos que te imponen vestir de etiqueta suelen ser indecentes…



Vida de contradicciones. Nos reconfortan excitantes paradojas: regalar nos conduce a promover riqueza, recordar gratamente es recrear, recogerse equivale a distanciarse en favor de una mayor proximidad.



No. No soy el mismo de antes. Ni peor ni mejor. Soy el que avanza incapaz de mirar y juzgar hacia atrás. No obstante afirme lo que fui al recrearme, como un Sísifo dispuesto a celebrar cada nueva elevación de su roca, avanzaré en la secuencia de ser. Pese a que el mundo esté pronto a despeñarse, nunca añoraré ser el mismo de antes. Digo: “No…




Expirar y sentir el sutil desapego del ser. Luego vibrar desde una leve inspiración. Sosiego semejante al de una flor, cuando destellan en sus pétalos los haces de la luz, dispuesta a hacer ofrenda de su efímero perfume en el contacto con el sol. Hay palabras en las cuales resuena esta preciosa sensación. Escribir es disponerme humildemente a transmitirlas.



Plurales formas de soledad. Cada cual se reinventa con promesas de amor.
Pese a eso, los gestos del amor suelen ser más o menos en contraste con ellas.
Por cierto, no coinciden en medida el amor y la ilusión.




Tatuándome en mi carne tus falsas y borrosas caricias…




En cada idea se desenvuelve el noble refinamiento de un desencanto amoroso.




Escribir con la sangre una maldita confesión, tal como quien incuba un homicidio, sufriendo de antemano su duelo.




Luego de tentar al destino, celebro este azar tan necesario.



Murió sin vuelta atrás. Su piel siempre fue tierna y vulnerable. Vibrando, la confundía con el alma.
Su pecho era un albergue de añoranza, de calor y de estremecimientos. ¿Acaso algo distinto de un magnífico espíritu?
En ese cuerpo, ver era actitud de ardorosa piedad; el corazón latía al modo de una música apacible, pronta a crear ritmos para cada momento; el escribir era una fiesta misteriosa llamada a realizar la rebosante fantasía; hasta el último aliento, las abnegadas manos suplicaron la breve sensación de lo divino.
Vivió sin vuelta atrás…




Platón o el excelso poeta que redujo la erótica a una nostálgica religión. Queda esperar a quien conduzca la historia de la nostalgia religiosa hacia una nueva forma de erotismo.




Descubrir en Schubert un modelo de ética. Preguntarme: ¿cuántas conmociones soportar en sí mismo antes de componer la Fantasía en fa menor?, ¿cuánta nostalgia y esperanza se entrecruzan en su versión de “la Muerte y la Doncella”?, ¿cuánta nobleza para expresar ese canto de cisne que es la novena sinfonía? Templar el cuerpo bajo la resonancia de su música. Sea ése el único imperativo del alma que queda por crear durante pocos años…





Entre mis recuerdos de niñez, pocos son tan felices como el de aquella vez en el colegio, en que durante una jornada de historia, a mi respectiva profesora se le ocurrió llevar a cabo una representación escénica de la Revolución francesa. A sus alumnos nos correspondió interpretarla. Imprevisiblemente me fue otorgado el papel de Robespierre. Aún rememoro con fervientes sonrisas la dicha que me causaba proclamar respecto de casi todos mis compañeros de aquel tiempo: -“¡Al cadalso con ese mequetrefe!”-…
Al final de aquella representación, mi profesora reunió al curso y nos dedicó inusitadas felicitaciones y serios agradecimientos, diciendo: -“Todo salió muy bien y resultó de gran veracidad”-. De inmediato, un insulso discípulo le preguntó: -“¿Usted cree?”-. –“Sí, sí”- respondió ella, intentando convencernos, “bueno, aunque siempre falta algo para que sea perfecto…”. –“¡Sí!”-, interrumpí yo, “¡en este caso, lo que faltó es que la horca fuera real!”.



Hace algunos días, fui interrumpido en mi ocio, por alguien que tocaba muy insistentemente el timbre de la puerta, a las siete y media de la mañana. Me aproximé al citófono, y entre estruendosos ruidos de camión, y aullidos junto al vehículo afuera, grité a modo de pregunta: -“¿quién es?”-. De pronto, una voz humana contestó: -“¡La basura!”-.
Pues bien, hasta ahora, nunca escuché de alguien una más sincera apreciación sobre sí mismo…

Carnets dijo...

Del libro de aforismos.

Motivos.

-el amor, la amistad, el desamor.
-la melancolía, la belleza, la nostalgia; el otoño; el sol; la estética de la música.
-dios: Weil, Eckhart, Pascal, Kierkegaard, el ateísmo.
-historia (de la filosofía, de la literatura, de las afinidades); el tiempo, la finitud, la muerte
-el duelo; la gratitud; la memoria; los fantasmas; lo que no muere.

Carnets dijo...

Compañías del libro:

-fotografías (Rosario; Andrés)
-composición sonora (Nicolás)
-plástica (Marcelo)

Compañeros:
-Cioran; Quignard; Comte-Sponville; Barthes; Montaigne; Schopenhauer; Weil; Eckhart; Pascal; Kierkegaard; Diógenes Laercio; Teillier; Epíkouros; Lucretius.

Carnets dijo...

Plazos de aforismos: libro.

-julio, agosto, septiembre.

Carnets dijo...

Parangón de libro:

-137 folios.
5, 4, 3: aforismos por cada folio.

400 aforismos.
Cada aforismo: síntesis.

Edición de entrevista(s).

Carnets dijo...

Palabras para componer título:

Genealogía; Autonomía; irrisión; Atrofia; anatomía; biografía; vitalidad; vértigo; raíces; catástrofe; circo; estafa; religión; ocaso; culto; silogismo; maldición; breviario; compendio; cosmética; desastre; fervor; crepúsculo;definición; frivolidad; fuga; llamado; exégesis; apoteosis;renegación; evasión; tentativa; duelo; veneno; hagiografía; divagación; meditación; fisonomía; erótica

de / del / de la/

Soledad; incurable; desconsuelo; inconsolable; angustia; fracasado; nulidad; vacuidad; atonía; deseo; placer; voluptuosidad; dios; las cosas; idea; pobre; mar; olas; santo;

Hijo de nadie;
Santo(s) sin seña;

Carnets dijo...

-Conseguir libros:

Conversaciones con Cioran;
Quignard: el nombre
Lagrimas y santos
Valéry el cementerio marino.

Carnets dijo...

Motivo nuevo:
El mar;
las olas, la rompiente
(la noche, el viento; la libertad).

Proust; Valéry. Neruda.

Carnets dijo...

Nuevo motivo, breve:

-La belleza de Chile.
Los breves tratados. Algo.

Carnets dijo...

Un epígrafe:

Paul Valéry:

"Devolver la luz supone / taciturna mitad sumida en sombra".

"(Mais)Rendre la lumière suposse d'ombre une morne moitié".

Carnets dijo...

Aforismos de ejemplo: Cioran:

"la tristeza: un apetito que ninguna desgracia satisface".

"nada nos seduce tanto como la obsesión por la muerte; la obsesión, no la muerte".

Carnets dijo...

Soy el secretario de mis catástrofes y de mi extrañeza.

Carnets dijo...

Cioran:

En cuanto un animal se trastorna, comienza a parecerse al hombre.
Observad un perro, furioso o abúlico: parece, repentinamente, un crítico o un poeta.

Carnets dijo...

Condiciones de aforismos:

-paradoja
-síntesis
-elegancia en los términos.
-palabra accesoria, fuera.
-silencios
-obstinato (tema)

Carnets dijo...

El ejemplo de Cioran:
nace en 1911.

Escribe:

Breviario de podredumbre, 1949

La tentación de existir, 1956

Historia y utopía, 1960

La caída en el tiempo, 1964

El aciago demiurgo, 1974

Del inconveniente de haber nacido, 1973

Desgarradura, 1979

Adiós a la filosofía y otros textos, 1982

Contra la historia, 1983

Ensayo sobre el pensamiento reaccionario, 1985

Carnets dijo...

El francés es lengua de aforismos.

El español:
lengua de mercachifle o de exaltado: idioma perfecto para el penegírico.

(hacerle honor en algún momento). Escribir, en español, una obra de elogios, homenajes, descripciones exaltadas.

Carnets dijo...

El español es buena lengua para:

-malicia
-pilluelos
-paradojas
-chistes

-arengas
-exaltaciones
-exclamaciones
-exageraciones

Carnets dijo...

a "dios" se le habla en latín y se le escribe en español...

Total dios no escucha ni aprendió a leer...

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