carta para un niño que vino a mi encuentro.

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Vivo sensible a todo lo que imagino.

Rechazo someterme a lo que esperen los demás que sea, sin que medie mi sincero consentimiento.
Deseo llegar a ser escritor.
Aun sin nombre, sin un idioma que compartir, o sin retribuciones. Me basta saber que por fidelidad a lo que he vivido, disfruto dar sentido a lo que imagino, y de expresarlo, al modo de una anónima donación. Puedo renunciar a la demanda de los elogios, a la fantasía de ser admirado, a la pasión de quien me quiera ciegamente, a la fama en la boca de un sinnúmero de desconocidos.

Mi lenguaje es mi tierra; toda mi sensualidad es la fuente en la que abreva ese lenguaje. Me prepararé para persistir durante minutos, horas, semanas; meses y años, en la árida región de la escritura. Viajaré por indagar, serenamente, lo imaginario en mí. Ser fiel a lo que vivo equivale, en mi intimidad, a volver a una antigua fe. Por ella, creo en lo que de niño llamaba “dios”.

Seré un amigo al escribir (conmemorando mis afectos). Puesto que escribiré para comunicar mi soledad. No honraré la muerte. No permitiré mi envidia. Sobre la base de que escribo desde mi propia situación incomparable, a nadie me compararé. Todo lo que he vivido –incluidos los fracasos, las despedidas, los inconclusos duelos- puede aun encontrar sentido mientras escriba.
He sido, de una manera silenciosa y torpe, feliz.

Siempre escribo a solas. Tiemblo, me enojo, lloro, sufro entretanto escribo. Pero al leer el fruto de ese cultivo, sonrío como el niño que fui cuando tomaba helado o me sentía acompañado por quien amaba, o en el instante en que realizaba mis travesuras.
Mi breve testamento es el siguiente: “amé, reí, abracé. Curtí mi piel con sol y despedidas.
Gocé del aire hasta el último aliento”.
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1 comentarios:

Carnets dijo...

Yo no considero que llegue a ser “rebelde” quien, de manera simple, se niegue a obedecer, aunque pretenda que su reducida esfera de “libertad” lo sustrae a una situación en que la que rige la coerción. Sólo considero “rebelde” a quien repudia cualquier decreto de poder sin que antes medie un diálogo crítico. La rebeldía se manifiesta en la necesidad de impedir cualquier forma de sujeción involuntaria. “Ni obligar ni ser obligado”. Esa es la exigencia que se hace evidente en cada gesto rebelde

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