Poética. La fuente.

Los humanos no elegimos la circunstancia, las reacciones, los impulsos (que necesariamente son discontinuos), los contratiempos (que son accidentes siempre).
Hay: asesinato, violación, rapto, tortura, degradación, corrupción, perversidad, robo, predación...
Dios deja que concurran. (Por qué no).
Unas cuantas gotas de agua, caídas desde el choque de dos nubes, sobre el inmenso océano callado.

Los humanos no somos protagonistas, porque estamos volcados al miedo que encubre el "yo".
El yo es la única oscuridad.

Hay un miedo: el miedo a ser dolor sin sentido (sin fin sufrir, siendo despojado del pasado: sentir el vaciamiento de sentido: de ahí que se exija un dios).
Ese miedo es lo que se encubre y lo que está implicado en todo intento por parte de humanos a compartir.

Ese miedo, cuando el yo se ve desaferrado de algo otro. Es el aullido del yo expulsado del placer hacia el vacío. El llanto del recién nacido.

Así lloramos en silencio.
Habría que observar a uno que de la muerte, vuelve a vivir hacia atrás, hasta el primer aullido, hasta la brutal fornicación que lo trae a comparecer.

Lo que escribo no trata de "hombres", sino de ese aullido.
Traduzco ese estallido de llanto, ese desamparo, esa respiración dificultosa, ese "ya no poder sufrir expoliación mayor".
Todo lo que es límite en el hombre -ese ferus insanus- es variación de ese tema.

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