Las parábolas


Lenguajes y parábolas

Si fuera tan fácil explicar qué es una parábola, o si pudiéramos rápidamente aplicar una definición para desentrañar con profundidad qué implica hablar de metáfora, leer y comprender literatura o apreciar el significado y el sentido de un film sería un simple ejercicio.
Tomaríamos un poema, o un relato, tendríamos a mano unas hojas con definiciones, y a partir de la lectura en cuestión podríamos decir que tal cosa es una metáfora que se refiere a tal otra, o en el caso de una película, que tal personaje en realidad está queriendo decir o expresar determinada cuestión.

“Acerca de las parábolas” ilustra con claridad qué pensaba Kafka y por qué sentía este gusto por los relatos breves y las parábolas; la literatura fragmentaria.

Muchas personas se quejan porque las palabras de los sabios jamás son otra cosa que parábolas, y resultan absolutamente inservibles en la vida cotidiana, que es la única vida que poseemos.
Cuando el sabio nos dice: “Elévate”, no nos quiere decir que tengamos que alcanzar cierta ubicación real, lo que quizá podríamos hacer, de alguna manera, si el esfuerzo valiera la pena.

El sabio se refiere a cierta misteriosa lejanía, a algo que para nosotros es desconocido; a algo – esto también es cierto – que él mismo no es capaz de designar con mayor precisión.
Por lo tanto, en este punto no nos resulta de ninguna ayuda.

Todas esas parábolas se limitan a expresar que lo incomprensible es incomprensible, y esto ya lo sabemos sin ninguna ayuda. Pero ¿y las penurias contra las que debemos luchar diariamente? Ese es un asunto distinto.
Refiriéndose a esto, dijo una vez un hombre:
-¿Por qué tanta reserva? Si ustedes sólo se limitaran a obedecer las parábolas, terminarían por volverse parábolas ustedes mismos, y de esa manera se liberarían de todas sus preocupaciones diarias.
A lo que otro repuso:
-Apuesto a que esa afirmación también es una parábola.
El que había hablado antes dijo:
-Ha ganado.
Su interlocutor dijo:
-Pero desafortunadamente sólo en parábola.
Y el otro dijo:
-No; ha ganado en realidad. En parábola ha perdido.

Y tal vez haya que decir poco y nada después de haber leído ese pequeño relato del maestro de las parábolas y las alegorías en los lenguajes. La eficacia del sentido sucede precisamente porque no hay nada que se explica; no es necesario, ni deseable.
Todo el sentido está en cada una de las palabras.
También lo habíamos visto en “Ante la ley”. La descripción de una situación tremenda en la que un individuo espera el momento de poder acceder a la Justicia. ¿Hay que decir “qué significa” ese personaje, o esa actitud del personaje? ¿Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para desentrañar el sentido de semejante parábola? Claro que no, porque seguramente no es lo que deseaba Kafka cuando escribía, porque probablemente escribía para él, sin pretender que nadie leyera o comprendiera sus ideas.
En este sentido, acercarse a Kafka es una experiencia que en ningún momento de la carrera se propone y eso es tremendo para quien no lo haya conocido antes de ingresar a la Universidad, o quien haya estado en contacto con diversos lenguajes.
Discusión para proponer, que puede deparar mucho más tiempo que el de este breve escrito: ¿por qué se ven tan pocos textos de ficción en la carrera? ¿Es un síntoma de un exceso de academicismo o de un fetichismo hacia los textos teóricos?

Lo planteado para la literatura puede ser traspolado perfectamente al cine.
El martes comentábamos Dogville e intentábamos pensar el desarrollo de la película y el devenir de las situaciones. Allí también hay una parábola, hay sentido que fluye por detrás del carácter meramente concreto de las escenas, o los personajes. Pero que no necesita ser explicado en términos de “aquí se quiso decir tal cosa o tal otra”.
El significado, como en Kafka, como en Poe, o en Marco Denevi mismo, un maestro de las parábolas y el relato breve (lo menciono por una cuestión de gusto irrefrenable), no es algo que tenga que hacerse entender. El sentido está ahí, las expresiones aparecen, una tras otra.
Las palabras hablan por sí mismas y no hace falta ningún manual que nos diga dónde está o qué es una parábola.
(Texto extraído de:
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Parábola improvisada.

-Maestro, he viajado de muy lejos; ya he leído todos los libros a mi alcance, e incluso los he aprendido de memoria, pero aún no sé de qué escribir... Y me han dicho que podría aprender de usted el cómo llegar a ser escritor.

-Arroja todos tus recuerdos al fuego... Luego, describe lentamente esa hoguera.

2 comentarios:

Carnets dijo...

El silencio de las sirenas
[Cuento: Texto completo]
Franz Kafka

Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:
Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

Carnets dijo...

La partida, Franz Kafka:

[¿Una parábola de la ansiedad?]

Ordené que trajeran mi caballo del establo.
El sirviente no entendió mis órdenes.
Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté.
A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba.
Él no sabía nada ni escuchó nada.
En el portal me detuvo y preguntó:

-¿Adónde va el patrón?

-No lo sé -le dije- simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.

-¿Así que usted conoce su meta? -preguntó.

-Sí -repliqué- te lo acabo de decir.
Fuera de aquí, esa es mi meta.

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