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24 de marzo.
Cita. Un epígrafe. Parte de una red de epígrafes.
"Soy fuego helado
a fuerza de castigos,
y no me resta
sino la mordedura
del vacío".
Del poema "El fuego eterno" de Gonzalo Rojas.
***
Podrían ser palabras de la Magdala; también la final declaración de quien hurta la obra y se vacía de recuerdos hasta ser ese cuerpo que tiembla rodeado de agua salina, en el vientre del mar, antes del fin. Después de despojarse del nombre del padre y publicar el conflicto que no es él.
Ese que se adentra en la muerte inminente (hablando del ocaso, luego del adiós a la música).
De él es la voz en quien escribe.
Esta red de historias contiene como vacío el enigma que callas.
Como en un sueño, todos los "personajes" eres tú.
Despertarás del sueño como si nada, proseguirá tu hambre (como el horror, aunque el horror es sólo un síntoma del hambre).
El hambre también mueve a escribir.

Eso que llamas "escritura" es el hambre en ti.

7 comentarios:

Carnets dijo...

De de la red de epígrafes, hoy veinticuatro de marzo, encontré éstos:

"Mientras veas nacer del mar tu libertad,
y beses en su olor tu remota quimera,
tu noche cardinal será como un oxígeno,
y tu respiración un despojo de tu alma".

(Un silencio. Carlos lee -al final de la fuga en la obra-).

Otro epígrafe.
"Invéntate una costa donde el mar seas tú
para que así conozcas preguntas y respuestas,
y no caiga tu rostro al precipicio,
oh pasajera nube".

(Ignacio había pensado en declarar estas palabras a Luisa. Las calla. Se las dice a él mismo (o a Pedro, hablando de sí). Parte.
Una vez que se ha minado la vanidad, se vacía esa identidad de quimera -¿Lo ha conseguido?-).

Cuando se está entre la duda y la certeza. Es la sospecha lo que persiste, lo que se oye, aun en el silencio.

Carnets dijo...

Los dos recientes epígrafes. Del poema LA NUBE de Gonzalo Rojas.

Leo.
LA MISERIA DEL HOMBRE. El tema entre esas variaciones es el hambre.


El hambre pide desentrañar lo que mueve a vivir cuando se vive totalmente desprovisto de sentido.

Entre el gusano y dios, las bestias humanas han hecho irrumpir otra forma de hambre en la naturaleza.

En el odio y en el amor, el hambre.
Es más, el hambre revela: cualquier amor es una forma refinada de resistencia al hambre.
El odio por no poder morir de otro.

Carnets dijo...

No tengo miedo. Aunque el horror habla por mí.

Leo. FUEGOS, de Marguerite Yourcenar.
Obra en que retornan amores impuros.

El hambre en mí.
Las súplicas de amor que abrevan o que nacen de esa impura fuente que es el odio en mí.

Escribo porque hay odio en mí.
Escribo por amores que perdí.
A la merced de decepción.

Dios, amor, sexo, saber.
Cada uno es un ERSATZ del hambre.
Una especie de placebo.

¿Qué pensaría Sísyphos mientras baja en busca de su roca?
Ésa es la pregunta en que se insiste en esta obra.

Carnets dijo...

La escritura es un análisis psíquico, sin supuesto saber.

Nadie quien pida saber se salva a ese análisis.

Qué resta.
El hambre, el fuego eterno y un vacío.

El arte de escribir está en vaciarse y pese a todo senguir.
Arte de afirmar el hambre.

Carnets dijo...

Escribo para vaciarme.

Hablo del vacío en un sentido semejante al que leo en la obra de Simone Weil.

Vaciarme. Hasta que duela. Hasta el hambre. Y preservar ese vacío, el hambre, para que pueda tener lugar la gracia o la lucidez.
Aunque dios no quiera acudir.
Aunque dios no exista.

Carnets dijo...

Ni literatura, ni filosofía, ni biografía.

Nada de eso sobrevive al hambre.

Cuando ya nada hay de miedo.
Cuando no hay en lo que escribo alguien que tema.
Cuando el terror se ha vaciado del sentido del terror, que es el mismo sentido (de la vida, del amor, o de dios), fuente de cualquier excusa.
Sólo entonces escribo, con la simple posibilidad de la franqueza.

Porque enfrentar el hambre es la única chance de franqueza a costas del yo.

¿Escribo?

Carnets dijo...

El cadáver como huella del amor. Es la imagen de lo trágico.

Hemón, Antígona, Yocasta.

Escribo en homenaje al gusano.
Lo escrito. Lo único que no comerá de mí.

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