27 de marzo.
Una cuestión de fuego.
El hambre.
El hambre es lo que queda cuando ya se ha consumido todo a lo que es posible pedir luz, calor, sentido.
Observar todos y cada uno de los gestos del hambre. Quedarse solo con eso. Solo sin nada, sino eso. Eso solo que es lo único que resiste a la nada.
Observar el hambre. Obedecerla hasta el final. Hasta de pronto descubrirla.
Cuando uno ha apagado la llama que se ha mantenido encendida sólo por medio de prender fuego a todo lo que se ha creído poseer, a todo lo que se ha podido despojar.
El hambre es eso que brilla en los ojos de los que ya nada pueden perder.
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Hace 11 años
2 comentarios:
erotismo y transgresión
El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto vuelta a la noche, el brillo de un muslo, la sombra que desciende del ombligo al sexo. Cada uno de estos fragmentos vive por sí solo pero alude a la totalidad del cuerpo. Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito. El cuerpo de mi pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. Nos perdemos como personas y nos recobramos como sensaciones. A medida que la sensación se hace más intensa, el cuerpo que abrazamos se hace más y más inmenso. Sensación de infinitud: perdemos cuerpo en ese cuerpo. El abrazo carnal es el apogeo del cuerpo y la pérdida del cuerpo. También es la experiencia de la pérdida de la identidad: dispersión de las formas en mil sensaciones y visiones, caída en una substancia oceánica, evaporación de la esencia. No hay forma ni presencia: hay la ola que nos mece, la cabalgata por las llanuras de la noche. Experiencia circular: se inicia por la abolición del cuerpo de la pareja, convertido en una substancia infinita que palpita, se expande, se contrae y nos encierra en las aguas primordiales; un instante después, la substancia se desvanece, el cuerpo vuelve a ser cuerpo y reaparece la presencia.
Octavio Paz.
La llama doble. Amor y erotismo. Seix Barral, 1993.
En el fuego de la caricia es la identidad lo que prende, se consume y se hace polvo.
Quien se enamora, si saca todas las consecuencias, es el único con disposición a hacerse polvo.
Polvo enamorado.
Alimento de gusanos indiferentes.
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