23 de marzo.
Al macho le excita una mácula.
Produce, en su imaginario, una virgen, extraña criatura inmaculada.
Va de la supuesta conquista a la frustración.
El sexo nunca accede a lo secreto. Su sexo es engullido.
El sexo es lo real que se roza.
Como en las piedras que se frotan, surge una llama, la chispa divina.
De ella escribió Eckhart y la asoció al vacío. Finalmente Dickinson y Pizarnik la asocian a una búsqueda sin cese. El fuego es lo que se apaga y se enciende por sí. El hambre busca esa chispa. Desgarrará la lengua, la carne, los nervios, las almas, hasta que el sexo lo dará por vencido.
El macho inventa a un dios feminizado, histérico y amanerado, al que abandona a la tortura, hasta decir que esa gran fe en la carne que es el sexo es algo irracional que se verá frustrado.
El Cristo vuelto el mártir de lo femenino. Cada macho es Pilatos.
El sexo es ilustrado como cruz.
Volver al sexo es retomar la cruz.
Virgen: el fruto de tu vientre desandará su via crucis. Arrojará la piedra primera.
Por hambre de un amor impuro.
Al macho le excita una mácula.
Produce, en su imaginario, una virgen, extraña criatura inmaculada.
Va de la supuesta conquista a la frustración.
El sexo nunca accede a lo secreto. Su sexo es engullido.
El sexo es lo real que se roza.
Como en las piedras que se frotan, surge una llama, la chispa divina.
De ella escribió Eckhart y la asoció al vacío. Finalmente Dickinson y Pizarnik la asocian a una búsqueda sin cese. El fuego es lo que se apaga y se enciende por sí. El hambre busca esa chispa. Desgarrará la lengua, la carne, los nervios, las almas, hasta que el sexo lo dará por vencido.
El macho inventa a un dios feminizado, histérico y amanerado, al que abandona a la tortura, hasta decir que esa gran fe en la carne que es el sexo es algo irracional que se verá frustrado.
El Cristo vuelto el mártir de lo femenino. Cada macho es Pilatos.
El sexo es ilustrado como cruz.
Volver al sexo es retomar la cruz.
Virgen: el fruto de tu vientre desandará su via crucis. Arrojará la piedra primera.
Por hambre de un amor impuro.
2 comentarios:
24 de marzo.
Ya es otoño.
Día de vértigo en el proceso de escribir.
Lo real hace estallar el yo.
El "yo" vuelto un cáncer de mentira.
Siento la idiotez y callo.
Sólo hay palabras que persisten. Sólo me sobreviven las palabras, porque ninguna es posesión de un yo.
He deambulado en mis infiernos.
El infierno, como en la obra de Rimbaud,
es el lugar donde se calla la literatura.
El tan paródico Rimbaud fue el visionario que escribió sobre la acción de escribir como transformación -el yo es otro- (Saltar del yo al éxtasis sensual: eso es lo que marcó él).
Una lucidez sin poética, sin dejar alguna moral.
Por eso quizá sus palabras:
Una noche, senté sobre mis rodillas a la belleza. Y "amarga" la encontré
-traduzco según el tenor del acento que deseo remarcar, porque ninguna traducción es sólo literal-.
El visionario del peligro de escribir ha dicho alguna vez:
"por delicadeza yo perdí mi vida"
(es decir, acallé la poesía).
También hay otra frase capital, una recia declaración de principio:
"la moral es la debilidad del cerebro".
Condición de escribir: ninguna moral es apoyo.
Hay que aventarse al aire del crimen.
La franqueza es previa a la moral.
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