La Venus en el espejo, pintura de Tiziano que inspira al protagonista, SeverinLa venus de las pieles (Venus im Pelz en alemán) 1870, es una obra del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, que forma parte de la saga El legado de Caín, que Sacher-Masoch quería crear en seis libros, con seis historias diferentes en cada uno divididas en seis temáticas: el amor, la propiedad, el estado, la guerra, el trabajo y la muerte. Para esta obra Sacher-Masoch se inspiró probablemente en La comedia humana de Balzac.[1] Sacher-Masoch nunca consiguió completar El legado de Caín. La venus de las pieles forma parte del libro dedicado al amor, siendo de éste su quinta historia. Es posiblemente la más conocida de sus novelas, y la que ha vinculado el nombre de Masoch al masoquismo.
Argumento El protagonista, Severin von Kusiemski, cuenta la historia de su relación con Wanda von Dunajew, al narrador de la historia, después de que éste a su vez le contara su conversación en sueños con una Venus cubierta de pieles, posiblemente inspirada por el cuadro colgado en el despacho de Severin, que retrata a ésta Venus y su sirviente. Severin cuenta como se había enamorado de una mujer, Wanda von Dunajew, a la que extorsiona para conseguir que le trate como su esclavo, en formas cada vez más humillantes: “El dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa”. Wanda, enamorada, aunque reluctante acepta su petición: “Tengo miedo de no poderlo hacer; pero lo ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno”. Severin describe sus sensaciones durante esta etapa como "suprasensuales". Llaman la atención los detalles fetichistas como la vestimenta de cuero o piel asociada a la dominación e incluso la firma de un contrato de sumisión. Por otro lado, Severin convence a Wanda para que le sea infiel, pues considera que no hay castigo mayor para un hombre que ese. La relación toca a su fin cuando en una de sus infidelidades Wanda encuentra un hombre por el cual le gustaría dejarse dominar.
Wanda, dubitativa al principio, se va corrompiendo progresivamente por la sexualidad masoquista de Severin, hasta el punto de disfrutar con lo que anteriormente la turbaba: “Es usted un corruptor de mujeres, Severin”.
Sobre La venus de las pieles y su autor Los temas y personajes de la novela están basados en la propia vida y experiencias de Von Sacher-Masoch. El nombre de Wanda von Dunajew (la venus de la novela) sirve para encubrir una ficcionalización de la escritora Fanny Pistor, la cual contactó con Sacher-Masoch, que era un conocido escritor en la época, bajo el título ficticio de baronesa Bogdanoff, para pedirle su opinión acerca de sus escritos.
En diciembre de 1869 Leopold y Fanny firmaron un contrato que convertía al primero en esclavo de la segunda durante un periodo de seis meses, con la condición de que la baronesa se vistiera de pieles en tantas ocasiones como pudiera, y especialmente si se sentía especialmente "cruel". Sacher-Masoch, tomando el alias de “Gregor,” nombre estereotípico de los sirvientes masculinos, se hizo pasar por el sirviente de la baronesa y juntos viajaron hasta Venecia (Florencia en el libro) él viajando en tercera clase, ella en primera. En Venecia, donde no eran conocidos podían hacer lo que quisieran sin levantar sospechas.[2]
Adaptaciones y curiosidades La novela ha sido adaptada al cine al menos cuatro veces, la primera por Joseph Marzano en 1967 [1]; la siguiente es obra del director de cine erótico Jesús Franco. [2] (IMDB) en 1969. Al año siguiente, el director Massimo Dallamano hace otra versión, con Laura Antonelli y la última, en 1995 dirigida por Victor Nieuwenhuijs y Maartje Seyferth [3].
Existe una canción de la Velvet Underground con el mismo título que la obra tiene en inglés, "Venus in Furs", la cual está inspirada en la novela de Sacher-Masoch, y en la que frecuentemente se nombra a Severin en el estribillo. La canción apareció 1967 en su álbum The Velvet Underground and Nico, siendo una de las canciones más controvertidas de la Velvet Underground. Esta canción se utiliza en la película de Oliver Stone The Doors y en Last Days de Gus Van Sant.
La banda Austriaca Ordo Rosarius equilibrio también tienen una canción que hace alusión a severin y al masoquismo llamada She is ni love with a whip, my venus in furs La novela también ha sido llevada al cómic por Guido Crepax
Información: Notas introducción de la versión inglesa en el proyecto Gutemberg About the novel "Venus in Furs"
Referencias Von Sacher-Masoch, Leopold, La venus de las pieles, editorial Tusquets, 1993.
Comencemos para presentar esta sección sobre masoquismo con unas líneas del pacto entre Wanda y Sacher-Masoch.
"Esclavo mío, las condiciones en que os acepto como esclavo y os soporto a mi lado son las siguientes :
Renuncia absoluta a vuestro yo . No tenéis otra voluntad que no sea la mía. Me serán permitidas las mayores crueldades y si llego a mutilaros será necesario soportarlo sin queja. Fuera de mi no tenéis nada. Soy todo para vos, vuestra vida felicidad futuro desgracia tormento y alegría Si se produjera el hecho de que no pudieras soportar mi dominio y que vuestras cadenas sean demasiado pesadas, deberéis mataros : nunca os devolveré la libertad. Me comprometo bajo mi palabra de honor, de ser esclavo de Madame Wanda de Dunaiev, como ella lo exige y someterme sin resistencia a todo lo que se me imponga Leopold de Sacher-Masoch .
Ya desde el comienzo Freud reparó en el estrecho vínculo entre las tendencias masoquistas y la sexualidad, tomando en cuenta los efectos erógenos del dolor. En los "Tres ensayos" define el masoquismo diciendo que "abarca todas las actitudes pasivas hacia la vida y el objeto sexuales, la más extensa de las cuales es el condicionamiento de la satisfacción al hecho de padecer un dolor físico o anímico infligido por el objeto sexual" y otorga al sadismo y al masoquismo una posición particular entre las perversiones pues la oposición entre pasividad y actividad que está en su base pertenece a los caracteres universales de la vida sexual. En "Pulsiones y destinos de pulsión" su postura es clara y tajante "no parece haber un masoquismo originario que se engendre del sadismo". Los pasos serian "le pego , me pego , me pega." El gozar del dolor solo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico.
Con "Pegan a un niño" y "Más allá" anticipa la formulación más acabada que recién llega con "El problema económico del masoquismo" en 1924 En "Pegan a un niño" si bien dice que el masoquismo no es una exteriorización pulsional primaria adelanta que algunas pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo mismo sobre todo en la mujer. En "Más allá" aparecen dos ideas que son desarrolladas en forma mucho más completa en el artículo sobre masoquismo 4 años posterior. Me refiero a las enigmáticas tendencias masoquistas del yo y a la idea de que podría haber un masoquismo primario Ideas que se despliegan entre "El problema económico del masoquismo" en 1924 y "Análisis terminable e interminable" en 1937.
El "Problema económico del masoquismo" incluye las formulaciones finales con respecto a este concepto diferenciando dos tipos de masoquismo primario y secundario y tres formas o figuras : la primera un masoquismo erógeno fundamento de las otras dos: el masoquismo femenino y el moral.
En el seminario 10 Lacan con su clásico humor francés advierte que hacer esta distinción es como decir "tenemos el vaso, la fe cristiana y la baja de Wall Street" y que hacerla nos dejará un poco en apuros . Sin embargo sus desarrollos sobre el masoquismo nunca fueron muy extensos.
Para clarificar el tema en su seminario él remite al libro de Deleuze traducido al español como Sacher-Masoch y Sade.
Deleuze parte de lo que considera una injusticia para el genial escritor pues aun los mejores libros sobre masoquismo ignoran la obra literaria de Masoch cosa que no ocurre con Sade. En su libro Deleuze profundiza en el pensamiento político y jurídico contrapuesto entre ambos autores a la luz de sus escritos para luego reflexionar psicoanalíticamente.
Este libro de Gilles Deleuze es presentado y comentado en esta sección por Emiliano del Campo.
También está presente en esta sección un caso clínico. Es una relectura, a partir de su retorno al diván, de un paciente que ya dió ocasión a una publicación (el libro: "El final en la cura de un fetichista"). "El reanálisis - nos dice Del Campo - produce una resignificación de su perversión fetichista, que surgió en su primer análisis". El encuentro novedoso con una mujer y su goce mas allá del fetiche llevan a Ricardo a una experiencia de profundas consecuencias que serán develadas en este segundo análisis.
Cabe señalar también que el caso Ricardo y Emiliano del Campo ocupan un lugar especial en la historia tanto de las relaciones políticas e institucionales entre la IPA y la AMP como de los debates sobre la clínica de las perversiones. Pensamos que esta presentación del caso Ricardo podría servir de base para desarrollar una discusión en próximos números de Acheronta sobre el problema del masoquismo.
David Laznik, por su parte, en el artículo "El masoquismo y la posición del analista" interroga la posición del analista a partir de su relación con la angustia, en tanto ésta se conecta por intermedio del fantasma y la satisfacción masoquista, con el complejo de castración como núcleo de la neurosis. Se le plantea así una pregunta escalofriante al discurso analítico y por lo tanto a los analistas "Si el lugar al cual es convocado el analista es el del objeto a, ¿cómo podemos pensar su posición sin que conlleve un goce masoquista?".
Los principales informes sobre la vida de Sacher-Masoch vienen de su secretario, Schlichtegroll (Sacher-Masoch und der Masochismus), y de su primera mujer que tomó el nombre de la heroína de la Venus, Wanda (Wanda von Sacher-Masoch, Confession de ma vie traducción francesa de Mercure de France). El libro de Wanda es muy bello. Fue juzgado severamente por los biógrafos ulteriores, que, sin embargo, se contentaban a menudo con plagiarlo. Es que Wanda presenta de ella misma una imagen demasiado inocente. Se la quería sádica, habiendo sido Masoch masoquista. Pero así el problema quizá no está bien planteado. Leopold von Sacher-Masoch nació en 1835, en Lemberg, en Galitzia. Sus antepasados son eslavos, españoles y bohemios. Sus abuelos, funcionarios del imperio austro-húngaro. Su padre, jefe de policía de Lemberg. Las escenas de motines y de cárcel, de las que es testigo cuando niño, lo marcan profundamente. Toda su obra queda influenciada por el problema de las minorías, de las nacionalidades y de los movimientos revolucionarios en el imperio: cuentos galitzianos, cuentos judíos, cuentos húngaros, cuentos prusianos (1). El describirá a menudo la organización de la comuna agrícola, y la doble lucha de los campesinos, contra la administración austríaca, pero sobre todo contra los propietarios locales. El paneslavismo lo arrebata. Sus grandes hombres son, con Goethe, Puchkin y Lermontov. Se lo llama a él mismo el Turguenev de la Pequeña-Rusia. Es primero profesor de historia en Graz, y comienza su carrera literaria con novelas históricas. Su éxito es rápido. La divorciada (1870), una de sus primeras novelas de género, tuvo una gran repercusión, hasta en América. En Francia, Hachette, Calmann-Lévy, Flammarion, publicarán las traducciones de sus novelas y cuentos. Una de sus traductoras puede presentarlo como un moralista severo, autor de novelas folklóricas e históricas, sin la menor alusión al carácter erótico de su obra. Sin duda sus fantasmas pasaban mejor, puestos por cuenta del alma eslava. Y hay que tener en cuenta todavía una razón más general: las condiciones de "censura" y de tolerancia eran muy diferentes de las nuestras en el siglo XIX; se toleraba entonces más sexualidad difusa, con menos precisión orgánica y psíquica. Masoch habla un lenguaje donde lo folklórico, lo histórico, lo político, lo místico y lo erótico, lo nacional y lo perverso se mezclan estrechamente formando una nebulosa para los latigazos. Ve entonces sin placer a Krafft-Ebing servirse de su nombre para designar una perversión. Masoch fue un autor célebre y laureado; hizo un viaje triunfal a París en 1866; fue condecorado, festejado por Le Fígaro, La Revue des Deux Mondes. Los gustos amorosos de Masoch son célebres: jugar al oso, o al bandido; hacerse cazar, atacar, hacerse infligir castigos, humillaciones y aún vivos dolores físicos por una mujer opulenta envuelta en pieles y armada de un látigo; disfrazarse de mucamo, acumular los fetiches y los disfraces; hacer aparecer pequeños avisos, firmar "contrato" con la mujer amada y llegado el caso, prostituirla. Una primera aventura, con Anna von Kottowitz, inspira La divorciada: otra aventura, con Fanny von Pistor, La Venus de las pieles Después una señorita Aurore Rümelin se dirige a él, en condiciones epistolares ambiguas, toma el seudónimo de Wanda, y se casa con Masoch en 1873. Ella será su compañera, a la vez dócil, exigente y aventajada. La suerte de Masoch es ser engañado, como si la potencia del disfraz fuera también la del malentendido: él trata siempre de introducir un tercero en su matrimonio, aquel que llama "el griego". Pero ya, con Anna von Kottowitz, un seudo-conde polaco se reveló como un auxiliar de farmacia buscado por robo y peligrosamente enfermo. Con Aurore-Wanda se insinúa una curiosa aventura que parece tener por héroe a Luis II de Baviera; ya se leerá la narración más adelante. Allí otra vez, los desdoblamientos de personalidades, las máscaras, los alardes de un campo a otro, componen un ballet extraordinario que vuelve a la decepción. Finalmente la aventura con Armand, del Fígaro que Wanda cuenta muy bien, a reserva de lo que el lector corrige por sí mismo: es ese episodio el que determina el viaje de 1886 a París, pero el que marca también el fin de su unión con Wanda. Se casará en 1887 con la nodriza de sus niños. Una novela de Myriam Harry, Sonia en Berlín, hace de Masoch un retrato interesante, en su retirada final. Muere en 1895, padeciendo el olvido en el cual ya ha caído su obra. Esa obra sin embargo es importante e insólita. El la concibe como un ciclo, o mejor como una serie de ciclos. El ciclo principal se intitula El Legado de Caín, y debía tratar seis temas: el amor, la propiedad, el dinero, el Estado, la guerra, la muerte (sólo las dos primeras partes fueron concluidas, pero los otros temas ya están presentes en ellas). Los cuentos folklóricos o nacionales forman ciclos secundarios. Especialmente dos novelas "negras" de las mejores de Masoch que conciernen a sectas místicas en Galitzia, y que alcanzan un nivel de angustia y de tensión raramente igualado: Pescadora de almas, y La madre de Dios. ¿Qué significa la expresión "legado de Caín"? Ante todo ella pretende resumir la herencia de crímenes y de sufrimientos que agobia a la humanidad. Pero la crueldad no es más que una apariencia sobre un fondo más secreto: la frialdad de la Naturaleza, la estepa, la imagen helada de la Madre donde Caín descubre su propio destino. Y el frío de esa madre severa es más bien como una transformación de la crueldad de donde saldrá el nuevo hombre. Hay entonces un "signo" de Caín, que muestra como es necesario servirse del "legado". De Caín a Cristo, es el mismo signo que conduce al Hombre sobre la cruz, "sin amor sexual, sin propiedad, sin patria, sin querella, sin trabajo, que muere voluntariamente, personificando la idea de la humanidad"... La obra de Masoch recoge las potencias del romanticismo alemán. Nunca, creemos, un escritor utilizó como él las fuentes de lo fantasmal y del suspenso. Tiene una manera muy particular, a la vez de "desexualizar" el amor y de sexualizar toda la historia de la humanidad.
La Venus de las pieles (Venus im Pelz, 1870), es una de las más célebres novelas de Masoch. Forma parte de] primer volumen del Legado de Caín, que concierne al amor. Una traducción, por el economista R. Ledos de Beaufort apareció simultáneamente en francés y en inglés (1907). Pero muy inexacta. Presentamos entonces una nueva traducción de Ande Willm (2). Le agregamos tres apéndices: uno donde Masoch expone su concepción general de la novela y un recuerdo de infancia particular; el segundo, que reproduce los "contratos" amorosos personales de Masoch con Fanny von Pistor y con Wanda; el tercero, donde Wanda Sacher-Masoch cuenta la aventura con Luis II. La suerte de Masoch es doblemente injusta. No porque su nombre sirvió para designar al masoquismo, al contrario. Sino principalmente porque su obra cayó en el olvido, al mismo tiempo que el nombre se volvía de uso corriente. Llega a ocurrir sin duda que aparezcan libros sobre el sadismo que no muestran ningún conocimiento de la obra de Sade. Pero es cada vez más raro; Sade es cada vez más profundamente conocido, y la reflexión clínica sobre el sadismo aprovecha singularmente la reflexión literaria sobre Sade; también a la inversa. Pero con respecto a Masoch, la ignorancia de su obra sigue siendo asombrosa, aun en los mejores libros sobre el masoquismo. ¿No hay que creer sin embargo que Masoch y Sade no son solamente algunos casos entre otros, sino que tienen respectivamente para enseñarnos algo esencial, uno sobre el masoquismo, como el otro sobre el sadismo? Hay una segunda razón que aumenta la injusticia de la suerte de Masoch. Es que, clínicamente, él sirve de complemento a Sade. ¿No es ésa la razón por la cual los que se interesan en Sade no tuvieron interés particular por Masoch? Se considera muy velozmente que basta dar vuelta del revés los signos, invertir las pulsaciones y pensar en la gran unidad de los contrarios para obtener Masoch a partir de Sade. El tema de una unidad sado-masoquista, de una entidad sado-masoquista, ha sido muy nocivo para Masoch. No ha padecido solamente un olvido injusto, sino una injusta complementariedad, una injusta unidad dialéctica. Porque, desde que se lee a Masoch, se siente bien que su universo no tiene nada que ver con el universo de Sade. No se trata solamente de técnicas, sino de problemas y de preocupaciones, de proyectos totalmente diferentes. No hay que objetar que el psicoanálisis, desde hace mucho tiempo, ha mostrado la posibilidad y la realidad de las transformaciones sadismo-masoquismo. Lo que está en cuestión es la unidad misma de eso que se llama sado-masoquismo. La medicina distingue los síndromes y los síntomas: los síntomas son signos específicos de una enfermedad, pero los síndromes son unidades de encuentro y de cruzamiento, que remiten a lineamientos causales muy diferentes, a contextos variables. No estamos seguros de que la entidad sado-masoquista no sea ella misma un síndrome, que debería ser disociado en dos lineamientos irreductibles. Se nos ha dicho demasiado que él mismo era sádico y masoquista; se ha terminado por creerlo. Hay que recomenzarlo todo, y recomenzar por la lectura de Sade y de Masoch. Puesto que el juicio clínico está lleno de prejuicios, es necesario recomenzarlo todo por un punto situado fuera de la clínica, el punto literario, desde el cual las perversiones fueron denominadas. No es por azar que el nombre de dos escritores, aquí sirvió para designar; puede ser que la crítica (en el sentido literario) y la clínica (en el sentido médico) estén determinadas a entrar en nuevas relaciones, donde la una aprenda de la otra, y recíprocamente. La sintomatología es siempre asunto de arte. Las especificidades clínicas del sadismo y del masoquismo no son separables de los valores literarios propios de Sade y de Masoch. Y en lugar de una dialéctica que reunió apresuradamente los contrarios, es necesario tender a una crítica y a una clínica capaces de descubrir los mecanismos verdaderamente diferenciales tanto como las originalidades artísticas.
1. Una parte de los Cuentos galitzianos ha sido recientemente reeditada por el Club Francés del Libro (1963). 2. Se refiere a la traducción francesa de La Venus de las pieles incluida en el libro Présentation de Sacher-Masoch de Gilles Deleuze, publicado por Les Editions de Minuit en la éxcelente colección Arguments (Paris. 1967), de la cual ha sido tomada justamente esta Introducción.
La piedad. El masoquismo en la transferencia analítica
En el tratamiento de pacientes neuróticos el destino se presenta como una pasión dolorosa que a veces suele ser el aspecto más resistencial al progreso de una cura, destino que cuestiona al psicoanalista en tanto parece escurrirse de un análisis posible. Este sufrimiento al servicio de la reacción terapéutica negativa presenta al analizante en una posición masoquista. Puede suceder, que el destino asuma el diseño de un rasgo; ofrecido en la transferencia, a una figura omnipotente y peligrosa, que mantiene al sujeto en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante.
Por Elena Jabif
Cuestiones teórico-clínicas
El masoquismo moral freudiano articulado con la problemática del carácter, permite definir un perfil de analizante que aparece en las neurosis de destino freudiana. Un oscuro designio se ha encarnizado con ellos, no son dueños de su vida, víctimas inocentes de un inevitable derrumbe repetitivo quedan situados bajo el signo de un trágico designio. Son sujetos sustraídos de la neurosis, que en su compulsión de destino no denuncian síntomas, sus trazos característicos reiteran por la vía del acting out o del pasaje al acto no esclarecido, situaciones de goce que los torturan. Ingratas decepciones, socios traidores, una economía que los doblega, muertos queridos, participan de una repetición que los congela.
La palabra destino está asociada a la suerte que le corresponde en este mundo a cada cuál, su parte de vida, de felicidad, de desgracia, inflexible como un látigo encarna una ley que los dioses no pueden transgredir, sin poner en peligro el orden del universo.
En el tratamiento de pacientes neuróticos el destino se presenta como una pasión dolorosa que a veces suele ser el aspecto más resistencial al progreso de una cura, destino que cuestiona al psicoanalista en tanto parece escurrirse de un análisis posible.
Este sufrimiento al servicio de la reacción terapéutica negativa presenta al analizante en una posición masoquista, que pone en escena diversas situaciones críticas, que promueven estipular contratos, que comprometen la ética del acto analítico, al situar al analista en una dualidad especular de Uno no seriado.
Puede suceder, que el destino asuma el diseño de un rasgo; ofrecido en la transferencia, a una figura omnipotente y peligrosa, que mantiene al sujeto en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante.
Versión del goce de Dios que el sujeto imaginariza pidiendo siempre una penosa castración, posición de servidumbre pasiva y masoquista, a través de la renuncia de toda voluntad deseante propia.
Este puro automatismo nos enfrenta con cierto resto de una fuerza demoníaca en juego, en una compulsión que muestra el desafió de la pulsión de muerte cuando exhibe al máximo, la intensidad de la urgencia pulsional.
Pulsión de pulsiones que demanda retornar y re-encontrar aquello que ya fue aunque el inexorable efecto del orden simbólico, exija como precio de nuestra humanidad, la perdida de la Cosa.
La posición masoquista sabe de la nostalgia pero en su lugar solo hay denegación, “no creo lo que ven mis ojos” de la que soportará la ascesis hasta lo mas extremo de su ofrecimiento. En plena exhibición de la erótica de la pulsión de muerte y de la moral, desde el dolor el analizante convocará al partenaire analista, a testimoniar con su presencia, la sumisión al fantasma de “pegan a un niño”, que parece no abandonar mientras dura su vida. Escena donde el castigo eterno ofrece pruebas de razón suficientes sobre la existencia de Dios.
El trayecto de la pulsión es errático, pierde el rumbo del objeto, el cuerpo del esclavo sometido a la violencia de una erótica de la pulsión de muerte, es impulsado hacia atrás en un camino regresivo de las pulsiones parciales.
La presencia del analista si desfallece ante lo que acaba de suscitarse en transferencia, se reduce a un artificio fascista. Sostenido en la negra profundidad de la transferencia salvaje, emerge un padre violento, violador o sodomita, que enmascara la primigenia fijación a la pierda angular del deseo materno.
El “sacrificio” ¿de quién? Y ¿para quién? En la intención fantasmática, el masoquismo insinúa que no sacrifica cualquier cosa, en él germina un puro voto renegatorio de la muerte. Dimensión sádica o asesina de la inocencia, ante esa formulación muda de su propia muerte, sacrificado en el goce del Otro, este sigue siendo un enigma que hay que forzar. Se presenta, pues, al sacrificio, como una prueba opaca de su propia eternidad, el concepto de eternidad conjuga pasado y futuro en un presente sin límites, en el que las religiones prometen el goce en el reencuentro con Dios.
Deleuze en su lectura analítica del masoquismo identifica en Masoch una relectura de Caín y Abel, en la que presenta una inversión de los lugares habitualmente asignados por el catecismo cristiano a uno y al otro.
Masoch subraya que Jehová es el instigador, mediante los celos, del asesinato de Abel, el preferido del padre. Cuando Jehová advierte la ausencia de Abel e interroga a Caín, éste no puede explicarla, ya no puede ocultar el asesinato primordial que sale a la luz. Entonces Jehová, el instigador, somete a Caín a un castigo tremendo, desmesurado sin ningún atenuante.
Un castigo inevitable, extranjero, que lo deja a merced de lo peor. Bajo el signo de Caín el crimen se presenta en la naturaleza y en la historia con la inmensidad del sufrimiento. Es el castigo apropiado para el elegido de Eva, su madre.
Ella saluda su nacimiento con gritos de alegría, mientras languidece cuando nace Abel, un hijo que cae del lado del padre. Encontramos junto a Deleuze una cristología en Masoch. De Caín a Cristo encuentra el mismo destino que culmina en el hijo crucificado, ofrecido por su voluntad amorosa a la crueldad de ideal paterno. En esas escenas el autor recorta la figura de la madre naturaleza, en la frialdad y la crueldad de las mujeres amadas por este ilustrado masoquista.
Wanda una venus tejida en el juego literario con una piedra moldeada en una estatua o como amada en su inmovilidad extática. El inevitable tono moral nos introduce en una confusión ética ante el espanto de la tortura y el sufrimiento.
Deleuze recupera como una bella novela de Masoch “La madre de Dios” quien cuenta lo siguiente: Mardona, la heroína, dirige su secta, su comuna, con afectuosidad pero también de modo severo y helado. Está llena de ira, manda azotar y lapidar; es cariñosa, sin embargo. Por otra parte, toda la secta es cariñosa y alegre, pero severa con el pecado, hostil al desorden. Mardona tiene una sirvienta, Nimfodora, muchacha encantadora y taciturna que se hace una profunda herida en el brazo para que la madre de Dios pueda bañarse en la sangre, beber de ella y no envejecer jamás. Sabadil ama a Mardona, pero de otro modo ama también a Nimfodora. Mardona se alarma. Madre de Dios, exclama: “El amor de la Madre de Dios trae la redención, constituye para el hombre un nuevo nacimiento. (...) No he logrado modificar tu carne, transformar tu amor carnal en afección divina (...) Para ti soy nada mas que un juez”. Y demanda el consentimiento de Sabadil al suplicio. Lo hace clavar entonces en una cruz: Nimfodora se ocupa de las manos y ella misma de los pies. Entra en un éxtasis doloroso, en tanto que, llegada la noche, Sabadil encarna la Pasión: “¿Por qué me has abandonado?”, y a Nimfodora: “¿Por qué me has traicionado?”. La Madre de Dios debe poner a su hijo en cruz precisamente para que pase a ser su hijo, y goce de un nacimiento que a ella sola debe.
Para el fantasma masoquista, el vínculo entre religión, muerte y sexualidad, deniega al mismo tiempo que pone en juego, a la virgen, como una madre que en tanto resigna la sexualidad y el placer, no conoce la muerte, sin pecado vive la eternidad, sin transitar por la muerte.
Todas las religiones se proponen como solución y antítesis de la pulsión de muerte. Afirman una inmortalidad, o una reencarnación que subraya el tiempo denegatorio, solo es un momento sensible que debe atravesarse, el pasaje a otro cuerpo niega la muerte corporal. La segunda muerte en su valor simbólico, se la ignora con la recompensa de otra vida sin dolor, la vida perfecta de Buda.
Los mitos aparecen en el tiempo posterior de un pasado incierto, obra de la metáfora paterna, la organización histórica encuentra su paso. Lacan nombra al mito de la Gran Diosa Madre, “demanda primordial mítica”, tiempo supuesto de una demanda satisfactoria y plena. El culto de la Gran Diosa repite ritualmente el asesinato del rey y el sacrificio de niños. Medea la astuta sacerdotisa ejerce el crimen sobre sus hijos, los que tuvo con Jasón. Maga de poderes maléficos es inmortal. El rito sacrificial pretende desconocer la función del padre, consagra al falo del lado materno su función fecundante.
En las tribus de las amazonas, según la etimología armenia son mujeres lunas, mujeres sin pecho, sin hombres según Séneca, o tribus matriarcales según Diodoro de Sicilia. La filiación sólo es reconocida por la madre. Durante las orgías dionosíacas nos encontramos con asesinatos de hijos por sus madres, en un éxtasis sagrado donde el erotismo sin límites, solo encuentra dique en la muerte.
El mundo bárbaro de diosas matriarcales evoca la observación freudiana del miedo de ser envenenadas o muertas por la madre que se encuentra en el núcleo paranoico de la neurosis histérica de la mujer, en una identificación de ser el objeto privilegiado de las oscuridades del Otro primordial, piedra basal del masoquismo primordial.
El neurótico brinda para la angustia del analista sus agravamientos sintomáticos, fetiches negros que hacen carne del falo materno, se ofrecen como cuerpo doliente en un avatar demostrativo para el Yo ideal de su analista, es la tormenta del moi sostenida por un narcisismo impecable donde se producen las identificaciones mas contradictorias del Yo.
La posición masoquista es un guión duplicado de la perversión que está al servicio de la mayor resistencia al progreso de la cura y a liquidar en los tramos de un fin “un duelo imposible de calmar” que el genio freudiano recupera en el codicioso y oceánico amor infantil de la niña con la madre.
Un terreno de tinieblas que conduce a que Freud confiese lo inapelable, inabordable, e inefable de este amor en las transferencias de sus histéricas, “Morir en brazos de la madre”, envueltas en sus brazos, La Piedad se ofrece como una lengua muerta, en la que nadie tiene derecho a cometer faltas, nadie tiene derecho a innovar; un saber absoluto que la religión le otorga a la muerte, a Dios, y agregaríamos a la Gran Diosa Madre quien junto a las hijas-hijos muertos participan de su omnipotencia.
Hace un tiempo una analizante concluía la travesía de un largo y doloroso tiempo de análisis. En la última sesión me cuenta un sueño “estaba con una amiga, tenía en cuaderno bajo el brazo. La invito a un lugar donde disertaba un importante académico, me contesta: a ese lugar no me interesa ir, me sorprendo, le insisto, le pido razones, me dice: no vale la pena, ahí nunca más. Entiendo que debo escucharla y acompaño su decisión.”
Asocia: con una producción de arte que visitó el día anterior a su despedida, muy conmovida me dice que lloró ante “Adiós Nonino”, sus lágrimas también se hicieron eco de otra creación: unas manos de piedra con un vacío tallado en su bella forma.
En ese momento se levanta y llora en mis brazos, me dice: me preguntaba quién es esta mujer tan extraña (de usted nunca supe nada) pero tan cercana a mi vida, en sus manos pude parir a mi hija viva (repetidas hijas muertas eran acunadas en el abismo de partos prematuros). La tercera obra que me atravesó el alma fue la imagen de una madre tallada en la piedra que tenía una hija muerta en los brazos, de esta madre de piedra se desprendían lágrimas casi humanas.
En simultánea saca un regalito de despedida, es una mujer tallada en una piedra que danza en libertad. Desde el juego de las lágrimas se desnuda un borde de color, me dice con picardía que la mujer de piedra que baila en libertad puedo quedármela, ella se lleva su propio vuelo.
Le sorprende su cuaderno en blanco ya que ella considera que atesora una fecunda escritura de su análisis.
Le propongo: que la letra de “una hija que muere en los brazos de la madre tallada en la piedra”, finalmente levantó vuelo.
4 comentarios:
La venus de las pieles
La Venus en el espejo, pintura de Tiziano que inspira al protagonista, SeverinLa venus de las pieles (Venus im Pelz en alemán) 1870, es una obra del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, que forma parte de la saga El legado de Caín, que Sacher-Masoch quería crear en seis libros, con seis historias diferentes en cada uno divididas en seis temáticas: el amor, la propiedad, el estado, la guerra, el trabajo y la muerte. Para esta obra Sacher-Masoch se inspiró probablemente en La comedia humana de Balzac.[1] Sacher-Masoch nunca consiguió completar El legado de Caín. La venus de las pieles forma parte del libro dedicado al amor, siendo de éste su quinta historia. Es posiblemente la más conocida de sus novelas, y la que ha vinculado el nombre de Masoch al masoquismo.
Argumento El protagonista, Severin von Kusiemski, cuenta la historia de su relación con Wanda von Dunajew, al narrador de la historia, después de que éste a su vez le contara su conversación en sueños con una Venus cubierta de pieles, posiblemente inspirada por el cuadro colgado en el despacho de Severin, que retrata a ésta Venus y su sirviente. Severin cuenta como se había enamorado de una mujer, Wanda von Dunajew, a la que extorsiona para conseguir que le trate como su esclavo, en formas cada vez más humillantes: “El dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa”. Wanda, enamorada, aunque reluctante acepta su petición: “Tengo miedo de no poderlo hacer; pero lo ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno”. Severin describe sus sensaciones durante esta etapa como "suprasensuales". Llaman la atención los detalles fetichistas como la vestimenta de cuero o piel asociada a la dominación e incluso la firma de un contrato de sumisión. Por otro lado, Severin convence a Wanda para que le sea infiel, pues considera que no hay castigo mayor para un hombre que ese. La relación toca a su fin cuando en una de sus infidelidades Wanda encuentra un hombre por el cual le gustaría dejarse dominar.
Wanda, dubitativa al principio, se va corrompiendo progresivamente por la sexualidad masoquista de Severin, hasta el punto de disfrutar con lo que anteriormente la turbaba: “Es usted un corruptor de mujeres, Severin”.
Sobre La venus de las pieles y su autor
Los temas y personajes de la novela están basados en la propia vida y experiencias de Von Sacher-Masoch. El nombre de Wanda von Dunajew (la venus de la novela) sirve para encubrir una ficcionalización de la escritora Fanny Pistor, la cual contactó con Sacher-Masoch, que era un conocido escritor en la época, bajo el título ficticio de baronesa Bogdanoff, para pedirle su opinión acerca de sus escritos.
En diciembre de 1869 Leopold y Fanny firmaron un contrato que convertía al primero en esclavo de la segunda durante un periodo de seis meses, con la condición de que la baronesa se vistiera de pieles en tantas ocasiones como pudiera, y especialmente si se sentía especialmente "cruel". Sacher-Masoch, tomando el alias de “Gregor,” nombre estereotípico de los sirvientes masculinos, se hizo pasar por el sirviente de la baronesa y juntos viajaron hasta Venecia (Florencia en el libro) él viajando en tercera clase, ella en primera. En Venecia, donde no eran conocidos podían hacer lo que quisieran sin levantar sospechas.[2]
Adaptaciones y curiosidades
La novela ha sido adaptada al cine al menos cuatro veces, la primera por Joseph Marzano en 1967 [1]; la siguiente es obra del director de cine erótico Jesús Franco. [2] (IMDB) en 1969. Al año siguiente, el director Massimo Dallamano hace otra versión, con Laura Antonelli y la última, en 1995 dirigida por Victor Nieuwenhuijs y Maartje Seyferth [3].
Existe una canción de la Velvet Underground con el mismo título que la obra tiene en inglés, "Venus in Furs", la cual está inspirada en la novela de Sacher-Masoch, y en la que frecuentemente se nombra a Severin en el estribillo. La canción apareció 1967 en su álbum The Velvet Underground and Nico, siendo una de las canciones más controvertidas de la Velvet Underground. Esta canción se utiliza en la película de Oliver Stone The Doors y en Last Days de Gus Van Sant.
La banda Austriaca Ordo Rosarius equilibrio también tienen una canción que hace alusión a severin y al masoquismo llamada She is ni love with a whip, my venus in furs La novela también ha sido llevada al cómic por Guido Crepax
Información:
Notas introducción de la versión inglesa en el proyecto Gutemberg
About the novel "Venus in Furs"
Referencias Von Sacher-Masoch, Leopold, La venus de las pieles, editorial Tusquets, 1993.
Comencemos para presentar esta sección sobre masoquismo con unas líneas del pacto entre Wanda y Sacher-Masoch.
"Esclavo mío, las condiciones en que os acepto como esclavo y os soporto a mi lado son las siguientes :
Renuncia absoluta a vuestro yo .
No tenéis otra voluntad que no sea la mía.
Me serán permitidas las mayores crueldades y si llego a mutilaros será necesario soportarlo sin queja.
Fuera de mi no tenéis nada. Soy todo para vos, vuestra vida felicidad futuro desgracia tormento y alegría
Si se produjera el hecho de que no pudieras soportar mi dominio y que vuestras cadenas sean demasiado pesadas, deberéis mataros : nunca os devolveré la libertad.
Me comprometo bajo mi palabra de honor, de ser esclavo de Madame Wanda de Dunaiev, como ella lo exige y someterme sin resistencia a todo lo que se me imponga
Leopold de Sacher-Masoch .
Ya desde el comienzo Freud reparó en el estrecho vínculo entre las tendencias masoquistas y la sexualidad, tomando en cuenta los efectos erógenos del dolor. En los "Tres ensayos" define el masoquismo diciendo que "abarca todas las actitudes pasivas hacia la vida y el objeto sexuales, la más extensa de las cuales es el condicionamiento de la satisfacción al hecho de padecer un dolor físico o anímico infligido por el objeto sexual" y otorga al sadismo y al masoquismo una posición particular entre las perversiones pues la oposición entre pasividad y actividad que está en su base pertenece a los caracteres universales de la vida sexual.
En "Pulsiones y destinos de pulsión" su postura es clara y tajante "no parece haber un masoquismo originario que se engendre del sadismo". Los pasos serian "le pego , me pego , me pega." El gozar del dolor solo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico.
Con "Pegan a un niño" y "Más allá" anticipa la formulación más acabada que recién llega con "El problema económico del masoquismo" en 1924
En "Pegan a un niño" si bien dice que el masoquismo no es una exteriorización pulsional primaria adelanta que algunas pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo mismo sobre todo en la mujer.
En "Más allá" aparecen dos ideas que son desarrolladas en forma mucho más completa en el artículo sobre masoquismo 4 años posterior. Me refiero a las enigmáticas tendencias masoquistas del yo y a la idea de que podría haber un masoquismo primario
Ideas que se despliegan entre "El problema económico del masoquismo" en 1924 y "Análisis terminable e interminable" en 1937.
El "Problema económico del masoquismo" incluye las formulaciones finales con respecto a este concepto diferenciando dos tipos de masoquismo primario y secundario y tres formas o figuras : la primera un masoquismo erógeno fundamento de las otras dos: el masoquismo femenino y el moral.
En el seminario 10 Lacan con su clásico humor francés advierte que hacer esta distinción es como decir "tenemos el vaso, la fe cristiana y la baja de Wall Street" y que hacerla nos dejará un poco en apuros . Sin embargo sus desarrollos sobre el masoquismo nunca fueron muy extensos.
Para clarificar el tema en su seminario él remite al libro de Deleuze traducido al español como Sacher-Masoch y Sade.
Deleuze parte de lo que considera una injusticia para el genial escritor pues aun los mejores libros sobre masoquismo ignoran la obra literaria de Masoch cosa que no ocurre con Sade. En su libro Deleuze profundiza en el pensamiento político y jurídico contrapuesto entre ambos autores a la luz de sus escritos para luego reflexionar psicoanalíticamente.
Este libro de Gilles Deleuze es presentado y comentado en esta sección por Emiliano del Campo.
También está presente en esta sección un caso clínico.
Es una relectura, a partir de su retorno al diván, de un paciente que ya dió ocasión a una publicación (el libro: "El final en la cura de un fetichista"). "El reanálisis - nos dice Del Campo - produce una resignificación de su perversión fetichista, que surgió en su primer análisis". El encuentro novedoso con una mujer y su goce mas allá del fetiche llevan a Ricardo a una experiencia de profundas consecuencias que serán develadas en este segundo análisis.
Cabe señalar también que el caso Ricardo y Emiliano del Campo ocupan un lugar especial en la historia tanto de las relaciones políticas e institucionales entre la IPA y la AMP como de los debates sobre la clínica de las perversiones. Pensamos que esta presentación del caso Ricardo podría servir de base para desarrollar una discusión en próximos números de Acheronta sobre el problema del masoquismo.
David Laznik, por su parte, en el artículo "El masoquismo y la posición del analista" interroga la posición del analista a partir de su relación con la angustia, en tanto ésta se conecta por intermedio del fantasma y la satisfacción masoquista, con el complejo de castración como núcleo de la neurosis.
Se le plantea así una pregunta escalofriante al discurso analítico y por lo tanto a los analistas "Si el lugar al cual es convocado el analista es el del objeto a, ¿cómo podemos pensar su posición sin que conlleve un goce masoquista?".
Introducción a la presentación de Sacher-Masoch
Gilles Deleuze
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Extraído de:
Las venus de las pieles.
Sacher Masoch.
Rodolfo Alonso Editor. Bs.As., 1968.
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INTRODUCCION
Los principales informes sobre la vida de Sacher-Masoch vienen de su secretario, Schlichtegroll (Sacher-Masoch und der Masochismus), y de su primera mujer que tomó el nombre de la heroína de la Venus, Wanda (Wanda von Sacher-Masoch, Confession de ma vie traducción francesa de Mercure de France). El libro de Wanda es muy bello. Fue juzgado severamente por los biógrafos ulteriores, que, sin embargo, se contentaban a menudo con plagiarlo. Es que Wanda presenta de ella misma una imagen demasiado inocente. Se la quería sádica, habiendo sido Masoch masoquista. Pero así el problema quizá no está bien planteado.
Leopold von Sacher-Masoch nació en 1835, en Lemberg, en Galitzia. Sus antepasados son eslavos, españoles y bohemios. Sus abuelos, funcionarios del imperio austro-húngaro. Su padre, jefe de policía de Lemberg. Las escenas de motines y de cárcel, de las que es testigo cuando niño, lo marcan profundamente. Toda su obra queda influenciada por el problema de las minorías, de las nacionalidades y de los movimientos revolucionarios en el imperio: cuentos galitzianos, cuentos judíos, cuentos húngaros, cuentos prusianos (1). El describirá a menudo la organización de la comuna agrícola, y la doble lucha de los campesinos, contra la administración austríaca, pero sobre todo contra los propietarios locales. El paneslavismo lo arrebata. Sus grandes hombres son, con Goethe, Puchkin y Lermontov. Se lo llama a él mismo el Turguenev de la Pequeña-Rusia.
Es primero profesor de historia en Graz, y comienza su carrera literaria con novelas históricas. Su éxito es rápido. La divorciada (1870), una de sus primeras novelas de género, tuvo una gran repercusión, hasta en América. En Francia, Hachette, Calmann-Lévy, Flammarion, publicarán las traducciones de sus novelas y cuentos. Una de sus traductoras puede presentarlo como un moralista severo, autor de novelas folklóricas e históricas, sin la menor alusión al carácter erótico de su obra. Sin duda sus fantasmas pasaban mejor, puestos por cuenta del alma eslava. Y hay que tener en cuenta todavía una razón más general: las condiciones de "censura" y de tolerancia eran muy diferentes de las nuestras en el siglo XIX; se toleraba entonces más sexualidad difusa, con menos precisión orgánica y psíquica. Masoch habla un lenguaje donde lo folklórico, lo histórico, lo político, lo místico y lo erótico, lo nacional y lo perverso se mezclan estrechamente formando una nebulosa para los latigazos. Ve entonces sin placer a Krafft-Ebing servirse de su nombre para designar una perversión. Masoch fue un autor célebre y laureado; hizo un viaje triunfal a París en 1866; fue condecorado, festejado por Le Fígaro, La Revue des Deux Mondes.
Los gustos amorosos de Masoch son célebres: jugar al oso, o al bandido; hacerse cazar, atacar, hacerse infligir castigos, humillaciones y aún vivos dolores físicos por una mujer opulenta envuelta en pieles y armada de un látigo; disfrazarse de mucamo, acumular los fetiches y los disfraces; hacer aparecer pequeños avisos, firmar "contrato" con la mujer amada y llegado el caso, prostituirla. Una primera aventura, con Anna von Kottowitz, inspira La divorciada: otra aventura, con Fanny von Pistor, La Venus de las pieles Después una señorita Aurore Rümelin se dirige a él, en condiciones epistolares ambiguas, toma el seudónimo de Wanda, y se casa con Masoch en 1873. Ella será su compañera, a la vez dócil, exigente y aventajada. La suerte de Masoch es ser engañado, como si la potencia del disfraz fuera también la del malentendido: él trata siempre de introducir un tercero en su matrimonio, aquel que llama "el griego". Pero ya, con Anna von Kottowitz, un seudo-conde polaco se reveló como un auxiliar de farmacia buscado por robo y peligrosamente enfermo. Con Aurore-Wanda se insinúa una curiosa aventura que parece tener por héroe a Luis II de Baviera; ya se leerá la narración más adelante. Allí otra vez, los desdoblamientos de personalidades, las máscaras, los alardes de un campo a otro, componen un ballet extraordinario que vuelve a la decepción. Finalmente la aventura con Armand, del Fígaro que Wanda cuenta muy bien, a reserva de lo que el lector corrige por sí mismo: es ese episodio el que determina el viaje de 1886 a París, pero el que marca también el fin de su unión con Wanda. Se casará en 1887 con la nodriza de sus niños. Una novela de Myriam Harry, Sonia en Berlín, hace de Masoch un retrato interesante, en su retirada final. Muere en 1895, padeciendo el olvido en el cual ya ha caído su obra.
Esa obra sin embargo es importante e insólita. El la concibe como un ciclo, o mejor como una serie de ciclos. El ciclo principal se intitula El Legado de Caín, y debía tratar seis temas: el amor, la propiedad, el dinero, el Estado, la guerra, la muerte (sólo las dos primeras partes fueron concluidas, pero los otros temas ya están presentes en ellas). Los cuentos folklóricos o nacionales forman ciclos secundarios. Especialmente dos novelas "negras" de las mejores de Masoch que conciernen a sectas místicas en Galitzia, y que alcanzan un nivel de angustia y de tensión raramente igualado: Pescadora de almas, y La madre de Dios.
¿Qué significa la expresión "legado de Caín"? Ante todo ella pretende resumir la herencia de crímenes y de sufrimientos que agobia a la humanidad. Pero la crueldad no es más que una apariencia sobre un fondo más secreto: la frialdad de la Naturaleza, la estepa, la imagen helada de la Madre donde Caín descubre su propio destino. Y el frío de esa madre severa es más bien como una transformación de la crueldad de donde saldrá el nuevo hombre. Hay entonces un "signo" de Caín, que muestra como es necesario servirse del "legado". De Caín a Cristo, es el mismo signo que conduce al Hombre sobre la cruz, "sin amor sexual, sin propiedad, sin patria, sin querella, sin trabajo, que muere voluntariamente, personificando la idea de la humanidad"... La obra de Masoch recoge las potencias del romanticismo alemán. Nunca, creemos, un escritor utilizó como él las fuentes de lo fantasmal y del suspenso. Tiene una manera muy particular, a la vez de "desexualizar" el amor y de sexualizar toda la historia de la humanidad.
La Venus de las pieles (Venus im Pelz, 1870), es una de las más célebres novelas de Masoch. Forma parte de] primer volumen del Legado de Caín, que concierne al amor. Una traducción, por el economista R. Ledos de Beaufort apareció simultáneamente en francés y en inglés (1907). Pero muy inexacta. Presentamos entonces una nueva traducción de Ande Willm (2). Le agregamos tres apéndices: uno donde Masoch expone su concepción general de la novela y un recuerdo de infancia particular; el segundo, que reproduce los "contratos" amorosos personales de Masoch con Fanny von Pistor y con Wanda; el tercero, donde Wanda Sacher-Masoch cuenta la aventura con Luis II.
La suerte de Masoch es doblemente injusta. No porque su nombre sirvió para designar al masoquismo, al contrario. Sino principalmente porque su obra cayó en el olvido, al mismo tiempo que el nombre se volvía de uso corriente. Llega a ocurrir sin duda que aparezcan libros sobre el sadismo que no muestran ningún conocimiento de la obra de Sade. Pero es cada vez más raro; Sade es cada vez más profundamente conocido, y la reflexión clínica sobre el sadismo aprovecha singularmente la reflexión literaria sobre Sade; también a la inversa. Pero con respecto a Masoch, la ignorancia de su obra sigue siendo asombrosa, aun en los mejores libros sobre el masoquismo. ¿No hay que creer sin embargo que Masoch y Sade no son solamente algunos casos entre otros, sino que tienen respectivamente para enseñarnos algo esencial, uno sobre el masoquismo, como el otro sobre el sadismo? Hay una segunda razón que aumenta la injusticia de la suerte de Masoch. Es que, clínicamente, él sirve de complemento a Sade. ¿No es ésa la razón por la cual los que se interesan en Sade no tuvieron interés particular por Masoch? Se considera muy velozmente que basta dar vuelta del revés los signos, invertir las pulsaciones y pensar en la gran unidad de los contrarios para obtener Masoch a partir de Sade. El tema de una unidad sado-masoquista, de una entidad sado-masoquista, ha sido muy nocivo para Masoch. No ha padecido solamente un olvido injusto, sino una injusta complementariedad, una injusta unidad dialéctica.
Porque, desde que se lee a Masoch, se siente bien que su universo no tiene nada que ver con el universo de Sade. No se trata solamente de técnicas, sino de problemas y de preocupaciones, de proyectos totalmente diferentes. No hay que objetar que el psicoanálisis, desde hace mucho tiempo, ha mostrado la posibilidad y la realidad de las transformaciones sadismo-masoquismo. Lo que está en cuestión es la unidad misma de eso que se llama sado-masoquismo. La medicina distingue los síndromes y los síntomas: los síntomas son signos específicos de una enfermedad, pero los síndromes son unidades de encuentro y de cruzamiento, que remiten a lineamientos causales muy diferentes, a contextos variables. No estamos seguros de que la entidad sado-masoquista no sea ella misma un síndrome, que debería ser disociado en dos lineamientos irreductibles. Se nos ha dicho demasiado que él mismo era sádico y masoquista; se ha terminado por creerlo. Hay que recomenzarlo todo, y recomenzar por la lectura de Sade y de Masoch. Puesto que el juicio clínico está lleno de prejuicios, es necesario recomenzarlo todo por un punto situado fuera de la clínica, el punto literario, desde el cual las perversiones fueron denominadas. No es por azar que el nombre de dos escritores, aquí sirvió para designar; puede ser que la crítica (en el sentido literario) y la clínica (en el sentido médico) estén determinadas a entrar en nuevas relaciones, donde la una aprenda de la otra, y recíprocamente. La sintomatología es siempre asunto de arte. Las especificidades clínicas del sadismo y del masoquismo no son separables de los valores literarios propios de Sade y de Masoch. Y en lugar de una dialéctica que reunió apresuradamente los contrarios, es necesario tender a una crítica y a una clínica capaces de descubrir los mecanismos verdaderamente diferenciales tanto como las originalidades artísticas.
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Notas:
1. Una parte de los Cuentos galitzianos ha sido recientemente reeditada por el Club Francés del Libro (1963).
2. Se refiere a la traducción francesa de La Venus de las pieles incluida en el libro Présentation de Sacher-Masoch de Gilles Deleuze, publicado por Les Editions de Minuit en la éxcelente colección Arguments (Paris. 1967), de la cual ha sido tomada justamente esta Introducción.
La piedad. El masoquismo en la transferencia analítica
En el tratamiento de pacientes neuróticos el destino se presenta como una pasión dolorosa que a veces suele ser el aspecto más resistencial al progreso de una cura, destino que cuestiona al psicoanalista en tanto parece escurrirse de un análisis posible. Este sufrimiento al servicio de la reacción terapéutica negativa presenta al analizante en una posición masoquista. Puede suceder, que el destino asuma el diseño de un rasgo; ofrecido en la transferencia, a una figura omnipotente y peligrosa, que mantiene al sujeto en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante.
Por Elena Jabif
Cuestiones teórico-clínicas
El masoquismo moral freudiano articulado con la problemática del carácter, permite definir un perfil de analizante que aparece en las neurosis de destino freudiana. Un oscuro designio se ha encarnizado con ellos, no son dueños de su vida, víctimas inocentes de un inevitable derrumbe repetitivo quedan situados bajo el signo de un trágico designio. Son sujetos sustraídos de la neurosis, que en su compulsión de destino no denuncian síntomas, sus trazos característicos reiteran por la vía del acting out o del pasaje al acto no esclarecido, situaciones de goce que los torturan. Ingratas decepciones, socios traidores, una economía que los doblega, muertos queridos, participan de una repetición que los congela.
La palabra destino está asociada a la suerte que le corresponde en este mundo a cada cuál, su parte de vida, de felicidad, de desgracia, inflexible como un látigo encarna una ley que los dioses no pueden transgredir, sin poner en peligro el orden del universo.
En el tratamiento de pacientes neuróticos el destino se presenta como una pasión dolorosa que a veces suele ser el aspecto más resistencial al progreso de una cura, destino que cuestiona al psicoanalista en tanto parece escurrirse de un análisis posible.
Este sufrimiento al servicio de la reacción terapéutica negativa presenta al analizante en una posición masoquista, que pone en escena diversas situaciones críticas, que promueven estipular contratos, que comprometen la ética del acto analítico, al situar al analista en una dualidad especular de Uno no seriado.
Puede suceder, que el destino asuma el diseño de un rasgo; ofrecido en la transferencia, a una figura omnipotente y peligrosa, que mantiene al sujeto en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante.
Versión del goce de Dios que el sujeto imaginariza pidiendo siempre una penosa castración, posición de servidumbre pasiva y masoquista, a través de la renuncia de toda voluntad deseante propia.
Este puro automatismo nos enfrenta con cierto resto de una fuerza demoníaca en juego, en una compulsión que muestra el desafió de la pulsión de muerte cuando exhibe al máximo, la intensidad de la urgencia pulsional.
Pulsión de pulsiones que demanda retornar y re-encontrar aquello que ya fue aunque el inexorable efecto del orden simbólico, exija como precio de nuestra humanidad, la perdida de la Cosa.
La posición masoquista sabe de la nostalgia pero en su lugar solo hay denegación, “no creo lo que ven mis ojos” de la que soportará la ascesis hasta lo mas extremo de su ofrecimiento. En plena exhibición de la erótica de la pulsión de muerte y de la moral, desde el dolor el analizante convocará al partenaire analista, a testimoniar con su presencia, la sumisión al fantasma de “pegan a un niño”, que parece no abandonar mientras dura su vida. Escena donde el castigo eterno ofrece pruebas de razón suficientes sobre la existencia de Dios.
El trayecto de la pulsión es errático, pierde el rumbo del objeto, el cuerpo del esclavo sometido a la violencia de una erótica de la pulsión de muerte, es impulsado hacia atrás en un camino regresivo de las pulsiones parciales.
La presencia del analista si desfallece ante lo que acaba de suscitarse en transferencia, se reduce a un artificio fascista. Sostenido en la negra profundidad de la transferencia salvaje, emerge un padre violento, violador o sodomita, que enmascara la primigenia fijación a la pierda angular del deseo materno.
El “sacrificio” ¿de quién? Y ¿para quién? En la intención fantasmática, el masoquismo insinúa que no sacrifica cualquier cosa, en él germina un puro voto renegatorio de la muerte. Dimensión sádica o asesina de la inocencia, ante esa formulación muda de su propia muerte, sacrificado en el goce del Otro, este sigue siendo un enigma que hay que forzar. Se presenta, pues, al sacrificio, como una prueba opaca de su propia eternidad, el concepto de eternidad conjuga pasado y futuro en un presente sin límites, en el que las religiones prometen el goce en el reencuentro con Dios.
Deleuze en su lectura analítica del masoquismo identifica en Masoch una relectura de Caín y Abel, en la que presenta una inversión de los lugares habitualmente asignados por el catecismo cristiano a uno y al otro.
Masoch subraya que Jehová es el instigador, mediante los celos, del asesinato de Abel, el preferido del padre. Cuando Jehová advierte la ausencia de Abel e interroga a Caín, éste no puede explicarla, ya no puede ocultar el asesinato primordial que sale a la luz. Entonces Jehová, el instigador, somete a Caín a un castigo tremendo, desmesurado sin ningún atenuante.
Un castigo inevitable, extranjero, que lo deja a merced de lo peor. Bajo el signo de Caín el crimen se presenta en la naturaleza y en la historia con la inmensidad del sufrimiento. Es el castigo apropiado para el elegido de Eva, su madre.
Ella saluda su nacimiento con gritos de alegría, mientras languidece cuando nace Abel, un hijo que cae del lado del padre. Encontramos junto a Deleuze una cristología en Masoch. De Caín a Cristo encuentra el mismo destino que culmina en el hijo crucificado, ofrecido por su voluntad amorosa a la crueldad de ideal paterno. En esas escenas el autor recorta la figura de la madre naturaleza, en la frialdad y la crueldad de las mujeres amadas por este ilustrado masoquista.
Wanda una venus tejida en el juego literario con una piedra moldeada en una estatua o como amada en su inmovilidad extática. El inevitable tono moral nos introduce en una confusión ética ante el espanto de la tortura y el sufrimiento.
Deleuze recupera como una bella novela de Masoch “La madre de Dios” quien cuenta lo siguiente: Mardona, la heroína, dirige su secta, su comuna, con afectuosidad pero también de modo severo y helado. Está llena de ira, manda azotar y lapidar; es cariñosa, sin embargo. Por otra parte, toda la secta es cariñosa y alegre, pero severa con el pecado, hostil al desorden. Mardona tiene una sirvienta, Nimfodora, muchacha encantadora y taciturna que se hace una profunda herida en el brazo para que la madre de Dios pueda bañarse en la sangre, beber de ella y no envejecer jamás. Sabadil ama a Mardona, pero de otro modo ama también a Nimfodora. Mardona se alarma. Madre de Dios, exclama: “El amor de la Madre de Dios trae la redención, constituye para el hombre un nuevo nacimiento. (...) No he logrado modificar tu carne, transformar tu amor carnal en afección divina (...) Para ti soy nada mas que un juez”. Y demanda el consentimiento de Sabadil al suplicio. Lo hace clavar entonces en una cruz: Nimfodora se ocupa de las manos y ella misma de los pies. Entra en un éxtasis doloroso, en tanto que, llegada la noche, Sabadil encarna la Pasión: “¿Por qué me has abandonado?”, y a Nimfodora: “¿Por qué me has traicionado?”. La Madre de Dios debe poner a su hijo en cruz precisamente para que pase a ser su hijo, y goce de un nacimiento que a ella sola debe.
Para el fantasma masoquista, el vínculo entre religión, muerte y sexualidad, deniega al mismo tiempo que pone en juego, a la virgen, como una madre que en tanto resigna la sexualidad y el placer, no conoce la muerte, sin pecado vive la eternidad, sin transitar por la muerte.
Todas las religiones se proponen como solución y antítesis de la pulsión de muerte. Afirman una inmortalidad, o una reencarnación que subraya el tiempo denegatorio, solo es un momento sensible que debe atravesarse, el pasaje a otro cuerpo niega la muerte corporal. La segunda muerte en su valor simbólico, se la ignora con la recompensa de otra vida sin dolor, la vida perfecta de Buda.
Los mitos aparecen en el tiempo posterior de un pasado incierto, obra de la metáfora paterna, la organización histórica encuentra su paso. Lacan nombra al mito de la Gran Diosa Madre, “demanda primordial mítica”, tiempo supuesto de una demanda satisfactoria y plena. El culto de la Gran Diosa repite ritualmente el asesinato del rey y el sacrificio de niños. Medea la astuta sacerdotisa ejerce el crimen sobre sus hijos, los que tuvo con Jasón. Maga de poderes maléficos es inmortal. El rito sacrificial pretende desconocer la función del padre, consagra al falo del lado materno su función fecundante.
En las tribus de las amazonas, según la etimología armenia son mujeres lunas, mujeres sin pecho, sin hombres según Séneca, o tribus matriarcales según Diodoro de Sicilia. La filiación sólo es reconocida por la madre. Durante las orgías dionosíacas nos encontramos con asesinatos de hijos por sus madres, en un éxtasis sagrado donde el erotismo sin límites, solo encuentra dique en la muerte.
El mundo bárbaro de diosas matriarcales evoca la observación freudiana del miedo de ser envenenadas o muertas por la madre que se encuentra en el núcleo paranoico de la neurosis histérica de la mujer, en una identificación de ser el objeto privilegiado de las oscuridades del Otro primordial, piedra basal del masoquismo primordial.
El neurótico brinda para la angustia del analista sus agravamientos sintomáticos, fetiches negros que hacen carne del falo materno, se ofrecen como cuerpo doliente en un avatar demostrativo para el Yo ideal de su analista, es la tormenta del moi sostenida por un narcisismo impecable donde se producen las identificaciones mas contradictorias del Yo.
La posición masoquista es un guión duplicado de la perversión que está al servicio de la mayor resistencia al progreso de la cura y a liquidar en los tramos de un fin “un duelo imposible de calmar” que el genio freudiano recupera en el codicioso y oceánico amor infantil de la niña con la madre.
Un terreno de tinieblas que conduce a que Freud confiese lo inapelable, inabordable, e inefable de este amor en las transferencias de sus histéricas, “Morir en brazos de la madre”, envueltas en sus brazos, La Piedad se ofrece como una lengua muerta, en la que nadie tiene derecho a cometer faltas, nadie tiene derecho a innovar; un saber absoluto que la religión le otorga a la muerte, a Dios, y agregaríamos a la Gran Diosa Madre quien junto a las hijas-hijos muertos participan de su omnipotencia.
Hace un tiempo una analizante concluía la travesía de un largo y doloroso tiempo de análisis. En la última sesión me cuenta un sueño “estaba con una amiga, tenía en cuaderno bajo el brazo. La invito a un lugar donde disertaba un importante académico, me contesta: a ese lugar no me interesa ir, me sorprendo, le insisto, le pido razones, me dice: no vale la pena, ahí nunca más. Entiendo que debo escucharla y acompaño su decisión.”
Asocia: con una producción de arte que visitó el día anterior a su despedida, muy conmovida me dice que lloró ante “Adiós Nonino”, sus lágrimas también se hicieron eco de otra creación: unas manos de piedra con un vacío tallado en su bella forma.
En ese momento se levanta y llora en mis brazos, me dice: me preguntaba quién es esta mujer tan extraña (de usted nunca supe nada) pero tan cercana a mi vida, en sus manos pude parir a mi hija viva (repetidas hijas muertas eran acunadas en el abismo de partos prematuros). La tercera obra que me atravesó el alma fue la imagen de una madre tallada en la piedra que tenía una hija muerta en los brazos, de esta madre de piedra se desprendían lágrimas casi humanas.
En simultánea saca un regalito de despedida, es una mujer tallada en una piedra que danza en libertad. Desde el juego de las lágrimas se desnuda un borde de color, me dice con picardía que la mujer de piedra que baila en libertad puedo quedármela, ella se lleva su propio vuelo.
Le sorprende su cuaderno en blanco ya que ella considera que atesora una fecunda escritura de su análisis.
Le propongo: que la letra de “una hija que muere en los brazos de la madre tallada en la piedra”, finalmente levantó vuelo.
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